Joaquín Andrés Antonio de Almazán y Ximeno

JOAQUÍN ANDRÉS ANTONIO DE ALMAZÁN Y XIMENO, (Aragón,1762 – Madrid, 1828).
"Virgen de los Desamparados".
Óleo sobre lienzo.
Con certificado de autenticidad de José Gómez Frechina.
Medidas: 190 x 140 cm. 190 x 140 cm. (marco).

Escena devocional en el que se parecía la figura de la Virgen de los desamparados con el Niño sostenido con una de sus manos. El Niño, coronado como su madre, sostiene entre su mano el obre. Ambos se encuentran inscritos en arquitecturaen tonos neutros, representando a su vez lo terrenal.

La Virgen de los Desamparados es la patrona de Valencia y se caracteriza por tener una ligera inclinación hacia adelante; por este motivo, los valencianos la conocen cariñosamente como La Geperudeta (La Jorobadita). Su devoción se remonta al siglo XV y su origen está ligado a una de las glorias valencianas: la fundación del primer hospital del mundo destinado a los pobres dementes y desamparados. Según la tradición, fray Juan Gilberto de la Orden mercedaria, durante su predicación en la catedral, presenció el triste espectáculo de unos niños maltratando a un loco. Después de este episodio, instó a los patricios valencianos a crear el hospital, logrando que Martín V el Humano dictara un privilegio en 1410 para su constitución, con el nombre de Hospital de Inocents, folls y orats. Se decidió poner el hospital bajo la protección de la Virgen María con el título: Nostra Dona Sancta Maria dels Ignocents. Así surgió la devota imagen en escultura de la Virgen, encarnando la caridad, tradicionalmente tallada por unos peregrinos. En su origen, fue una escultura yacente colocada sobre los féretros de los hermanos de su cofradía, pero en el siglo XVII se presenta de pie. La iconografía de esta imagen ha sido estudiada por el padre Emilio Aparicio Olmos en "Santa María de los Inocentes y Desamparados", Valencia, 1968.

Desde mediados del siglo XV en Valencia, las familias más adineradas podían disponer de la Virgen de los Desamparados en su domicilio durante un corto periodo de tiempo. La escultura iba cambiando de casa en casa siendo siempre los nobles y personas de gran riqueza los portadores de la pieza. Durante este tiempo, las familias llamaban al mejor pintor de la zona para que retratase a la Virgen en su domicilio, y quedara constancia de ello. Además, la Virgen de los Desamparados les seguiría protegiendo.

La obra que presentamos muestra una característica común en la recreación de los jarrones y motivos florales en los extremos de la composición, similar a los lienzos de la capilla de Jesús en la iglesia del convento del pilar, que son también de Joaquín Ximeno. En el interior de una hornacina, la Virgen de los Desamparados, como auxiliadora y protectora de nuestras aflicciones. En su mano derecha, una azucena y en la otra, sobre su mano izquierda, el Niño Jesús portando una cruz. Su vestido ricamente engalanado con gran cantidad de exvotos y a sus pies, los niños desamparados. En un primer plano, un conjunto de flores repartidas horizontalmente y en sentido descendente-ascendente, se suceden las decoraciones con jarrones de flores y flores alrededor de unos candelabros.

Una de las primeras obras con este tema que se conservan es la de Tomás Yepes, conservada en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Otros ejemplares fueron pintados por Jerónimo Espinosa en 1666. Se conocen dos obras pintadas por Joaquín Ximeno, una conservada en Ibiza en la catedral de la Virgen de las Nieves y otra en la Fundación Bancaja de Valencia.

Hijo de Joaquín Generoso Ramón Rafael de Almazán y Martínez, nacido en la villa de Ademuz, en el reino de Valencia, el 18 de julio de 1730, y de Joaquina Francisca Hermenegilda Inés Ximeno Almazán, nacida en Torrente (Aragón) el 18 de abril de 1722. Sus padres contrajeron matrimonio en Torrente el 3 de noviembre de 1748.

Tras obtener su grado de bachiller y licenciado en Derecho, se trasladó a Madrid, donde desempeñó el cargo de teniente de corregidor en 1816. Dos años después, llegó a ser el teniente más antiguo de todos, y por real decreto, fechado el 4 de julio de 1818 y publicado en la Cámara el 6 de julio de ese mismo año, fue nombrado alcalde de Casa y Corte, en sustitución de Tadeo Soler, quien había sido ascendido a ministro del Consejo Real. Asumió este puesto el 22 de julio de 1818 y lo ocupó hasta el cese de la Sala a principios del Trienio Liberal.

Con la restauración del régimen absoluto, se decidió reabrir la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, y así, retomó su puesto como alcalde el 4 de junio de 1823. Sin embargo, su permanencia fue breve, ya que fue promovido al Consejo de Guerra, tomando posesión del cargo el 23 de febrero de 1824. Poco tiempo después, el 20 de marzo de 1824, un nuevo real decreto lo nombró ministro del Consejo Real de Castilla, destacando su "lealtad y reconocida adhesión a mi Real Persona". Tomó posesión de este cargo tres días más tarde y permaneció en él hasta su fallecimiento. Fue sustituido en su puesto por Tomás de Arizmendi, alcalde de Casa y Corte.