Atribuido a MIGUEL CABRERA, (México, 1695 – 1768).
“Virgen de Guadalupe”.
Óleo sobre cobre.
Medidas: 32 x 22 cm.; 51 x 42 cm. (marco).
La Virgen de Guadalupe es la más importante y de mayor culto en México y otros países de América Latina. Desde la época virreinal se ha desarrollado en torno a su culto una compleja iconografía, y una gran producción artística que se caracteriza por la conjunción del arte local con la tradición artística europea traída de España. El origen de la Virgen de Guadalupe es extremeño, pero la versión mexicana ostenta orígenes propios. Una antigua leyenda narra que, en 1531, se le apareció a un indio recién bautizado, llamado Juan Diego. Le pidió que solicitara al obispo la construcción de una capilla en su honor, dejando su imagen impresa en la túnica del indio. Este suceso se conoció como el Milagro de las Rosas, y fue recogido en el “Nican Mopohua”, texto presuntamente escrito por el indio Antonio Valeriano. La imagen mexicana de la Virgen de Guadalupe aparece siempre rodeada de rayos solares, un rasgo iconográfico que procede de las Vírgenes apocalíptica y sibilina, ambas apariciones celestes. Asimismo, se completó su iconografía asimilando en parte la inmaculista, cuya simbología se establece en España durante el siglo XVI. Se trata de un numeroso conjunto de símbolos, extraídos del Cantar de los Cantares y del Apocalipsis. Del texto de San Juan se toman la luna creciente, evocando la castidad de Diana y, más tarde, la victoria sobre los turcos; los ángeles que la rodean, la mandorla de rayos solares, las manos en actitud de oración y la corona de doce estrellas, símbolo de plenitud.
Miguel Cabrera fue uno de los máximos exponentes de la pintura barroca novohispana. Nacido en la localidad de Tlalixtac, en Oaxaca, dedicó su obra al tema religioso y especialmente a la figura de la Virgen de Guadalupe, y sobre este último tema escribió “Maravilla americana y conjunto de raras maravillas observadas con la dirección de las reglas del arte de la pintura” (1756). Entre sus obras más destacadas se encuentran las que realizó para algunas capillas de la catedral de la Ciudad de México, entre ellas la sacristía, que alberga en uno de sus muros una “Mujer del Apocalipsis”. Asimismo, Cabrera fue pintor de cámara del arzobispo José Manuel Rubio y Salinas, y fundador en 1753 de la primera academia de pintura de México. También realizó algunos retratos, como el de sor Juana Inés de la Cruz (1751). Miguel Cabrera se mostró especialmente espléndido en las obras de pequeño y mediano formato, tanto sobre lienzo como sobre cobre. En ellas destacan sus cálidos y vivos colores, sin parangón en la escuela novohispana del siglo XVIII, así como su firme dibujo y las poéticas expresiones de los rostros de sus Vírgenes, santos e incluso retratos de personajes de su tiempo. Fue un artista muy prolífico, y gozó de un amplísimo taller con aprendices especializados en tareas concretas. A la hora de componer sus obras solía basarse, en ocasiones literalmente, en estampas de origen español y flamenco, práctica por otra parte común no sólo en América sino también en Europa. Por otro lado, vemos en su producción una fuerte influencia de Murillo, que nos hace pensar que debió trabajar en el taller de los hermanos Rodríguez Juárez, entonces en la cima de su gloria, en Ciudad de México. Actualmente sus obras se conservan en varios de los principales templos mexicanos, así como en el Museo del Virreinato en Tepozotlán, el de América en Madrid, el de El Carmen en San Ángel (Distrito Federal), el Nacional de las Intervenciones en Coyoacán, la Pinacoteca Virreinal de México D.F., el Museo de Arte de Dallas y el de Santa Mónica en Puebla.