Francisco Bayeu

FRANCISCO BAYEU (Zaragoza, 1734 – Madrid, 1795).
“La vocación de san Isaías. Boceto de pechina para la cúpula de La Granja”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta repintes y restauraciones sobre la superficie pictórica.
Medidas: 35 x 33,5 cm; 44,5 x 33 cm (marco).
Esta pintura es un boceto preparatorio para una de las ocho escenas pintadas “al fresco” que decoraban los segmentos de la cúpula de la colegiata de San Ildefonso del Real Sitio de La Granja consagrada a la Santísima Trinidad. En esta pieza se reproduce una imagen similar a la del boceto de la colección del Museo del Prado, con la figura de Dios entronizado en la zona superior, e Isaías con el ángel en la zona inferior. Bien es cierto que, en este caso no se aprecia la brasa que sostiene el ángel, sino que simplemente queda el gesto del cuerpo. En las pechinas de la Colegiata, Bayeu pintó a los evangelistas y en la cúpula temas relacionados con la Santísima Trinidad. En la jornada de 1771 de la Corte en el Real Sitio de Aranjuez los pintores comparecieron con sus bocetos ante el rey para su aprobación. En la primavera y verano de ese año Francisco Bayeu ejecutó los frescos a entera satisfacción del cabildo de la Colegiata, mecenas del proyecto. Un incendio en 1918 y los estragos de la Guerra Civil perjudicaron gravemente el edificio que tuvo que ser demolido y reconstruido. Del trabajo de Bayeu en la cúpula quedó sin embargo constancia gracias a los bocetos de presentación. Bocetos que heredó su viuda y parte de los cuales fueron comprados por Leorardo Chopinot y en 1843 los adquirió, junto con los bocetos de los evangelistas de las pechinas, la reina Isabel II para el Museo del Prado. Los bocetos que se conservan en el Museo del Prado son: Creación de Adán Adán y Eva reconvenidos por su pecado con un nº 2 inscrito, Abraham y los tres ángeles con el nº 3, y Vocación de Isaías, con el nº 4. En la Hispanic Society de Nueva York se conserva el boceto de la Transfiguración con el nº 76 y en colección particular de Madrid los bocetos de El bautismo de Cristo y de San Juan Evangelista.
Francisco Bayeu inició su formación en su Zaragoza natal, acudiendo al taller de Juan Andrés Merklein, pintor de origen bohemio, y a las clases de dibujo de José Luzán Martínez. Ya en 1756 alcanza el Premio Extraordinario de la Academia de San Fernando, que le valió una beca en 1758 para estudiar durante dos años en la Academia de San Fernando de Madrid. Sin embargo, Bayeu abandonará la academia sólo dos meses más tarde, a causa de sus desavenencias con uno de los profesores, Antonio González Velázquez. Regresa entonces a Zaragoza y su situación económica se complica, debido a que la muerte de sus padres le obligará a hacerse cargo de su familia. Inicia entonces su carrera pictórica, realizado encargos para iglesias y conventos de la ciudad. Por estos años, en 1759, contraerá matrimonio con Sebastiana Merklein, la hija de su maestro. Por estos años desarrolla un lenguaje aún de juventud, marcado por la influencia de Lucas Jordán y Corrado Giaquinto. Sin embargo, en 1762 Antón Rafael Mengs, principal pintor de la corte, visita Zaragoza y le propone trabajar junto a él en la decoración del nuevo Palacio Real. Gracias a la protección de Mengs, Bayeu realizó diversos encargos decorativos para los Reales Sitios, consolidándose así como uno de los pintores más destacados del momento. Entre estos primeros trabajos para la corte cabe destacar la decoración al fresco de las bóvedas del comedor del cuarto de la reina (“La rendición de Granada”) y de la antecámara de los príncipes de Asturias (“La caída de los Gigantes”). En estas obras se advierte aún su formación barroca, pero se atisban ya elementos propios de su lenguaje de madurez, como la elegancia en las posiciones, a minuciosidad, los efectos lumínicos neoclásicos y el perfecto estudio anatómico. Ya en la década de 1760 su estética neoclásica aparece completamente formada, marcada por un dibujo limpio y preciso y por una paleta que juega con el contraste de los rojos y los amarillos sobre una entonación basada en los azules y los grises, tal y como podemos ver en “Hércules en el Olimpo” (sala de conversación de los príncipes de Asturias en el Palacio Real), “Apolo remunerando a las Artes” (El Pardo) o en “La Providencia presidiendo las virtudes y facultades del hombre” (sala contigua al comedor de gala del Palacio Real). Dentro de su producción religiosa de estos años, cabe destacar las once escenas al fresco ilustrando vidas y milagros de santos toledanos en la catedral de Toledo, obras ya completamente deudoras de Mengs. Tras la partida de éste a Roma en 1777, el aragonés asume todas las obligaciones que éste deja como primer pintor, sin llegar a obtener, sin embargo, tal nombramiento. Estas tareas incluían el diseño de cartones para la Real Fábrica de Tapices, donde supervisó el trabajo de Goya, cuñado suyo desde 1773. En 1785, recibió el encargo de Carlos III de restaurar los cuadros de las colecciones reales. En 1786 es nombrado director de la Academia de San Fernando. Influido por la pintura de Corrado Giaquinto y de González Vázquez, la primera etapa de Bayeu supone uno de los exponentes más destacados de la pintura tardobarroca española. Más adelante se convertirá en el más fiel seguidor de Mengs, asimilando los principios neoclásicos.