ANSELMO MIGUEL NIETO (Valladolid, 1881 – 1964).
"Madre e hija", 1920.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el margen inferior.
Medidas: 150 x 160 cm.; 185 x 195 cm.(marco).
En esta escena, Nieto trasciende el género del retrato familiar gracias a un magistral manejo de la luz y al gesto de ternura y respeto maternofilial impreso en algo tan sencillo como tomarse las manos. Así, las luces violáceas del atardecer todo lo impregnan: conceden una pátina coralina a los blancos y un brillo satinado a las prendas. Las carnaciones, asimismo, presentan una blancura delicada que no idealiza los rasgos, transmitiendo algo esencial del carácter bondadoso aunque firme de la madre, y del sutil recata de la hija de largas trenzas.
Hijo de una familia modesta, Nieto estudió pintura en la Academia de Bellas Artes de Valladolid, entonces dirigida por José Martí y Monsó. Marcha a Madrid en 1900 para continuar su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde recibió las enseñanzas de Moreno Carbonero y Alejo Vera. En esta época conoció a grandes artistas, entre ellos Pablo Picasso. Finalizados sus estudios, obtuvo una beca para viajar a Roma y, en 1903, a París, donde permanecerá dos años. Se instalará de forma definitiva en Madrid en 1906, y será asiduo de las tertulias artísticas y literarias que compartía con los Baroja, Julio Camba, Valle-Inclán, Cossío y Benavente, entre otros. En ese momento despega su reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional, participando en las Exposiciones de Bellas Artes de Buenos Aires (1910) y Múnich (1912) y siendo premiado en ambas con medalla de oro. En 1922 se marchó a Argentina junto a su amigo Julio Romero de Torres, y de nuevo regresó en 1937, esta vez quedándose durante nueve años. Regresó a España en 1946, y en 1952 fue nombrado académico de San Fernando. El arte de Anselmo Miguel Nieto evoluciona desde un realismo expresionista inicial hacia un modernismo militante, que concibe dentro de rica luminosidad y colorismo. Es un extraordinario pintor de retratos -sobre todo, femeninos-, pero los interpreta en un sentido alegórico y sensual, como entonces pusieron con él de moda Romero de Torres, Zuloaga, Rodríguez Acosta o Beltrán Massés. En la radiante luminosidad y la soltura no incompatible con el detalle realista vigoroso, nos recuerda al mejor Sorolla, que pesó con fuerza en los pintores de la generación de Anselmo Miguel Nieto. En definitiva, está a medio camino entre el realismo y una vaga sofisticación idealista y elegante, muy impregnada de literatura. Nieto está representado en los Museos de Bellas Artes de Pontevedra y Oviedo, el Nacional del Teatro en Almagro y en la Academia de San Fernando, así como en importantes colecciones particulares nacionales y extranjeras.