Atribuido a Filippo Vitale

Atribuido a FILIPPO VITALE (Nápoles, c. 1585-Nápoles, 1650).
“San Juan Bautista en el desierto”.
Óleo sobre lienzo.
Posee marco del siglo XVII a partir de fragmentos antiguos.
Medidas: 100 x 127 cm; 118,5 x 144 cm (marco).
Esta pintura italiana del siglo XVII representa a San Juan Bautista con una factura de extraordinaria delicadeza y una técnica vaporosa que envuelve la figura en una atmósfera de sutil sensualidad. El joven santo aparece reclinado en un paisaje desolado, su cuerpo apenas cubierto por una piel de camello y un amplio paño rojo que ondula con elegancia sobre la superficie. La luz modela su anatomía con transiciones suaves y una carnalidad casi táctil, resaltando la tersura de su piel y el matiz sonrosado de su rostro. Su expresión melancólica y su mirada serena contribuyen a dotar a la imagen de una cierta extenuación, alejándola de la severidad penitente con la que suele representarse al Bautista.
El tratamiento pictórico se caracteriza por un claroscuro moderado, donde las sombras se disuelven de manera sutil en la luminosidad general de la escena. Este enfoque sugiere un distanciamiento del dramatismo tenebrista propio de la escuela napolitana más cruda, acercándose en cambio a una estética más refinada y evocadora, que combina naturalismo y un cierto idealismo. La pincelada blanda y envolvente, junto con la suavidad de los contornos, recuerda la obra de Francesco Guarino y Antonio de Bellis, pintores activos en Nápoles que supieron fundir la teatralidad del caravaggismo con un sentido más grácil y sofisticado de la forma.
La técnica y el estilo la acercan más al círculo del artista Filippo Vitale (Nápoles, 1585 - 1650), pintor barroco italiano conocido por ser uno de los primeros pintores napolitanos en unirse a la corriente del caravaggismo. Vitale se formó en el taller de Carlo Sellitto, cuyo estilo influyo ampliamente en su pintura. Introducido más tarde en el círculo de Ribera, se mantuvo fiel a lo largo de toda su carrera a un caravaggismo realista que, sin embargo, se suavizó con el tiempo hacia un cierto clasicismo.
En comparación con la representación de San Jerónimo en el desierto de Filippo Vitale que se encuentra en la Iglesia de Santa María de los siete dolores de Nápoles, esta obra se aparta del acento crudo y ascético característico del pintor napolitano. Mientras que Vitale enfatiza la fisicidad torturada y el ascetismo extremo de San Jerónimo, con un modelado áspero y una iluminación tajante, esta representación de San Juan Bautista prefiere una visión más amable y seductora. La composición invita más a la contemplación estética que a la conmoción devocional, integrando una espiritualidad serena con un sentido pictórico de gran sensualidad y refinamiento.