DESCRIPCIÓN
Escuela andaluza; finales del siglo XVII.
“San José con el Niño”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta restauraciones en la superficie pictórica y desperfectos en el marco.
Medidas: 207 x 140 cm; 217 x 150 cm (marco).
San José, identificado por la vara florida que porta uno de los ángeles del cortejo, se presenta con el Niño en su regazo, en una escena familiar llena de ternura. Las tonalidades, ocres y azuladas, oscilan entre ellas fundiéndose entre sí, dando como resultado una imagen apaciguada, donde el color se relaciona armónicamente, sin realizar contrastes o demarcar elementos de discordancia. Se trata de una imagen que fue muy repetida por el maestro Murillo, que consiguió crear un patrón estético personal, de gran influencia y relevancia iconográfica. Características que dieron lugar a la asimilación por parte de otros pintores, de esta estética murillesca. La cual se aprecia en la mayoría de los discípulos del maestro, destacando la obra de San José y el Niño, de Meneses Osorio (Sevilla, c. 1640 – 1721). Hasta la Contrarreforma, lo más común era que la figura de San José permaneciera en un segundo plano, dado que no se le otorgaba ninguna importancia teológica. Sin embargo, a partir de Trento se recuperará su papel protagonista como protector de Jesús durante su infancia, como guía durante sus años de juventud, y como tal se representa aquí. Frente a la ternura, indefensión y candidez de la figura infantil, San José se presenta como un personaje monumental, típicamente barroco, impresión que queda reforzada por la composición piramidal. Mediante esta forma de representación, el autor realza visualmente el papel decisivo como protector del padre putativo de Jesús.
El siglo XVII supone en la escuela andaluza la llegada del barroco, con el triunfo del naturalismo frente al idealismo manierista, una factura suelta y otras muchas libertades estéticas. En este momento la escuela alcanza su mayor esplendor, tanto por la calidad de las obras como por el rango primordial de la pintura barroca hispalense. Así, durante la transición al barroco encontramos a Juan del Castillo, Antonio Mohedano y Francisco Herrera el Viejo, en cuyas obras se manifiesta ya la pincelada rápida y el crudo realismo del estilo, y Juan de Roelas, introductor del colorismo veneciano. A mediados de la centuria se produce la plenitud del periodo, con figuras como Zurbarán, un joven Alonso Cano y Velázquez. Finalmente, en el último tercio del siglo encontramos a Murillo y Valdés Leal, fundadores en 1660 de una Academia donde se formarán muchos de los pintores activos durante el primer cuarto del siglo XVIII, como es el caso de Meneses Osorio, Sebastián Gómez, Lucas Valdés y otros.