SALVADOR DALÍ I DOMÈNECH (Figueres, Girona, 1904 – 1989).
"Danza del tiempo III", 1979.
Bronce con pátina verde.
Ejemplar 244/350.
Edición limitada a 350+35 E.A.
Peana de mármol.
Firmada, justificada y con sello del editor.
Se adjunta certificado de autenticidad.
Medidas: 25 x 21 x 30 cm (escultura); 2,5 x 24,5 x 25 cm (peana).
El motivo del reloj derretido ha sido probablemente el más elogiado de la caterva de objetos surrealistas de Dalí. En la pintura "La persistencia de la memoria" (1931), los relojes blandos se escurrían de sus soportes y deslizaban por un terreno árido de cadencias metafísicas. El reloj escultórico que aquí mostramos fue concebido por Dalí cuarenta años más tarde. El bronce patinado en verde y detalles en bronce dorado parece deshacerse como una gema líquida, sugiriéndonos que el tiempo lineal y objetivo no existe, sinó que es maleable y subjetivo, juguetón y elástico como este reloj cuya esfera y números arábigos se alargan y distorsionan por efecto de la gravedad. Dalí, gran lector de Freud, secundaba el concepto freudiano acerca de la "elasticidad del tiempo psíquico" (el de la memoria y el de los sueños) y logró darle una forma visual única. Cabe también tener en cuenta que las obras de Dalí con relojes derretidos encierran una crítica subyacente a la rigidez del tiempo en la sociedad moderna, donde las personas suelen estar dominadas por el reloj y el concepto de tiempo lineal.
Durante sus primeros años, Dalí descubre la pintura contemporánea durante una visita familiar a Cadaqués, donde conoce a la familia de Ramón Pichot, artista que viajaba regularmente a París. Siguiendo los consejos de Pichot, Dalí empieza a estudiar pintura con Juan Núñez. En 1922, Dalí se alojó en la célebre Residencia de Estudiantes de Madrid para iniciar estudios de Bellas Artes en la Academia de San Fernando. Sin embargo, antes de sus exámenes finales, en 1926, fue expulsado por afirmar que no había nadie en la misma en condiciones de examinarle. Ese mismo año Dalí viaja a París por primera vez. Allí conoció a Picasso, y asentó algunas características formales que se convertirían en distintivas de toda su obra desde entonces. Su lenguaje absorbía las influencias de muchos estilos artísticos, desde el academicismo clásico a las vanguardias más rompedoras. En aquella época, el pintor se dejó crecer un vistoso mostacho que imitaba al de Velázquez, que se convertiría en su sello personal el resto de su vida. En 1929, Dalí colaboró con Luis Buñuel en la realización de “Un perro andaluz”, en el que se mostraban escenas propias del imaginario surrealista. En agosto de ese mismo año conoció a su musa y futura esposa Gala. Durante este periodo, Dalí celebró exposiciones regulares tanto en Barcelona como en París, y se unió al grupo surrealista afincado en el barrio parisino de Montparnasse. Su trabajo influyó enormemente en el rumbo del surrealismo durante los dos años siguientes, siendo aclamado como creador del método paranoico-crítico que, según se decía, ayudaba a acceder al subconsciente liberando energías artísticas creadoras. El pintor desembarcó en América en 1934, gracias al marchante Julian Levy. A raíz de su primera exposición individual en Nueva York su proyección internacional queda definitivamente consolidada, y desde entonces mostrará su obra y dará conferencias por todo el mundo. La mayor parte de su producción está reunida en el Teatro-Museo Dalí de Figueras, seguida por la colección del Salvador Dalí Museum de St. Petersbug (Florida), el Reina Sofía de Madrid, la Salvador Dalí Gallery de Pacific Palisades (California), el Espace Dalí de Montmartre (París) o el Dalí Universe de Londres.