André Kertész

ANDRÉ KERTÉSZ (Budapest, 1894-Nueva York, 1985).
“Satiric dancer”. París, 1926.
Gelatina de plata, impresión posterior.
Firmada, titulada y fechada a lápiz (en el reverso).
Procedencia: De la colección privada Schroeder New Jersey.
Medidas: 20,6 x 25,5 cm (imagen); 21 x 26 cm (papel).

André Kertész apreciaba soberbiamente la capacidad de la cámara para captar la danza y a la gente en movimiento. La que aparece tumbada en el sofá de esta fotografía en una postura completamente anti arquetípica es la bailarina y cabaretera Magda Förstner, a la que Kertész había invitado al estudio específicamente para la sesión fotográfica. La imagen fue tomada en el taller del escultor István Beöthy, tal y como indica el busto escultórico que se presenta junto al sillón y que hace las veces de inspiración de la modelo. El propio Kertész narra la situación como: “Le dije: ‘Haz algo con el espíritu del rincón del estudio’, y ella empezó a moverse en el sofá. Simplemente hizo un movimiento. Tomé sólo dos fotografías… Es maravilloso fotografiar a la gente en movimiento. No es necesario disparar cientos de carretes como se hace hoy en día. Se trata de captar el momento justo. El momento en el que algo se transforma en otra cosa”.

El fotógrafo André Kertész fue conocido por sus enfoques innovadores de la composición y los ángulos de cámara, aunque su estilo único inicialmente obstaculizó su reconocimiento en las primeras etapas de su carrera. Formado de manera autodidacta, sus primeros trabajos se publicaron principalmente en revistas, que sirvieron como una plataforma importante durante ese tiempo. Tras combatir en la Primera Guerra Mundial se trasladó a París, donde trabajó para VU, la primera revista ilustrada de Francia. Se involucró con jóvenes artistas inmigrantes y el movimiento dadaísta, ganando elogios de la crítica y el éxito comercial. En 1936 emigró a Estados Unidos donde realizó su exposición individual en Nueva York en la Galería PM y trabajó brevemente para la agencia Keystone. Allí rechazó una oferta para trabajar en Vogue, sintiendo que no era lo adecuado para él. En cambio, eligió trabajar para la revista Life. Su etapa neoyorkina se diferenció por la realización de fotografías desde la ventana de su apartamento, inmortalizando momentos de la vida cotidiana siempre bajo la convicción de que «Todo es un tema. Cada tema tiene un ritmo. Sentirlo es la razón de ser. La fotografía es un momento fijo de tal razón de ser, que vive en sí misma». En 1963, regresó a París y tomó más de 2.000 fotografías en blanco y negro y casi 500 diapositivas que capturan la esencia de la ciudad de Montmartre, a las orillas del Sena, a sus jardines y parques.