Círculo de Vicente Carducho

Círculo de VICENTE CARDUCHO (Florencia, 1576-Madrid, 1638); siglo XVII.
“Cruz de celda”.
Óleo sobre tabla.
Medidas: 62 x 42 cm.
Esta representación del Crucificado sigue los preceptos de las cruces celda, del tipo que se colocaba en el interior de las celdas de los monjes. Como es habitual para esta tipología y momento, la cruz es de tramos rectilíneos, sin adornos y trabajada de forma ilusionista, con una pintura típicamente barroca, de luz tenebrista y expresión patética. Cristo aparece en el centro, con una anatomía deformada de forma expresiva que denota la pervivencia del manierismo aún en el siglo XVII. La iluminación se sitúa a medio camino entre el tenebrismo barroco y la luz artificiosa del manierismo, y en todo caso crea un juego ilusionista que es muy acorde con la sensibilidad barroca. A sus pies vemos una representación de la calavera de Adán. Las cruces de celda son un tipo de obra devocional muy abundante en los conventos y monasterios españoles e hispanoamericanos en los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, no es común que contengan la firma de su autor como es este caso.
Vicente Carducho fue un pintor y tratadista de origen italiano, si bien su actividad artística se desarrolló en España, concretamente en la escuela madrileña. Destaca su formación como pintor de frescos y retablos en los que refleja su lenguaje a medio camino entre el clasicismo y el manierismo postrenacentista. Su primera gran obra, la Predicación de San Juan Bautista para el Monasterio de San Francisco de Madrid, se entendió como una pieza muy atrevida para la época, dato que denota la importancia de Carducho dentro del complejo recorrido dentro de la historia del arte. A raíz de la muerte de su hermano Bartolomé Carduchó, pintor de la corte de Felipe II en España, Vicente se encargó de la decoración de una de las galerías del Palacio Real del Pardo, realizando las obras referentes a las hazañas de Aquiles. Posteriormente comenzó su carrera como pintor de corte de Felipe III, colaborando en importantes obras como el Altar Mayor del Monasterio de Guadalupe (Cáceres) y el retablo del Monasterio de la Encarnación (Madrid). Hasta la llegada de Velázquez, fue el representante más influyente de la escuela madrileña en pintura, exponiendo así sus concepciones artísticas y siendo maestro de artistas como Francisco Fernández, Pedro de Obregón, Francisco Collantes, Bartolomé Román y Félix Castello.