DESCRIPCIÓN
ALONSO DEL ARCO (Madrid, 1635 – 1704).
“La huida a Egipto”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee marco del siglo XIX.
Medidas: 105 x 163 cm; 119 x 180 cm (marco).
Esta escena se desarrolla en un paisaje idealizado en penumbra, donde destacan las monumentales figuras de los protagonitas; José, quien guía la mula sobre la que se encuentra sentada la Virgen, quien sostiene en brazos a su hijo. La Familia es seguida por dos ángeles que parecen escoltar su camino y por tres querubines, situados en una zona celestial, que portan uvas y la palma del martirio, anticipando así el destino del pequeño Jesús. Una composición muy similar a la que se aprecia en una pintura de Alonso del Arco que pertenece a la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Es la oscuridad que baña la escena la que enfatiza el sentido de huida como temática y enfrenta al espectador ante una escena de la que se convierte en cómplice. La huida a Egipto es un episodio del Evangelio de Mateo muy tratado en el arte, utilizado con frecuencia para identificar a la Sagrada Familia con los desfavorecidos por la emigración y la represión política. El relato del Nuevo Testamento, muy breve y propio del Evangelio de Mateo, narra cómo un ángel se aparece en sueños a San José y le indica que debe huir a Egipto junto a María y el Niño, pues el rey Herodes lo estaba buscando para matarlo. José obedece, y al cabo de un tiempo se le ordena volver, de un modo similar. El propio evangelista ve en el episodio el cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento: “de Egipto llamé a mi hijo” (Oseas, 11,1). En los evangelios apócrifos y en la tradición cristiana posterior, este episodio se ampliará con multitud de anécdotas y milagros acaecidos a lo largo del viaje, entre los cuales encontramos el descanso en la huida a Egipto, pausa obligada para que la Virgen amamante al Niño.
Alonso del Arco fue un pintor madrileño de finales del siglo XVII, discípulo de Antonio de Pereda y sordo de nacimiento, por lo que fue conocido como “el sordillo de Pereda”. Aunque comienza a pintura en un estilo muy cercano al de su maestro, pronto se distanciará, evolucionando hacia formas del barroco más avanzado.Palomino destacó de él sus dotes como retratista, mencionando las series de generales de las Órdenes de San Juan de Dios y de la Merced Calzada, si bien a día de hoy se han conservado pocos retratos de su mano. No obstante, en sus obras religiosas se puede apreciar esta facilidad para el retrato, como vemos en los bustos de santos en óvalos que ocupan el intradós del arco de altar de San Felipe Neri en las Trinitarias Descalzas de Madrid, una de sus obras más importantes. Asimismo, en 1679 colaboró con Claudio Coello, José Jiménez Donoso y Matías de Torres, entre otros, en las decoraciones efímeras para la entrada en Madrid de María Luisa de Orleans.Pese a todo ello, su principal temática será la religiosa, que cultivó para templos tanto madrileños como toledanos y vallisoletanos. Utilizó para muchas de sus composiciones grabados flamencos como base, algo que será criticado por el propio Palomino, pero que ayudaba a Alonso del Arco a trabajar más rápido y a un coste menor.Actualmente se conservan obras de su mano en el Museo del Prado, el de Santa Cruz en Toledo, el Lázaro Galdiano de Madrid, el de Bellas Artes de Asturias y otras colecciones públicas y privadas.