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Julio Romero de Torres

Lote 13 (35315688)
JULIO ROMERO DE TORRES (Córdoba, 1874 – 1930).
"Retrato de dama con jarrón de cristal".
Óleo y temple sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo y al dorso.
Medidas: 98 x 113 cm; 119 x 133 cm (marco).

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HISTORIAL DE PUJAS

DESCRIPCIÓN

JULIO ROMERO DE TORRES (Córdoba, 1874 – 1930).
"Retrato de dama con jarrón de cristal".
Óleo y temple sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo y al dorso.
Medidas: 98 x 113 cm; 119 x 133 cm (marco).
En el magnífico lienzo que se presenta Julio Romero de Torres, máximo exponente del simbolismo en España, se muestra fiel a su estilo, brindando al espectador una espectacular obra en la que queda patente su genialidad, la cual radica en su transgresión de los límites entre lo sublime y lo decadente. Su acierto fue vincular el simbolismo con el casticismo inherente a la cultura española del XIX, relacionado con la temática regionalista e impulsado por el romanticismo. Así, nos encontramos frente a una obra plenamente identificativa de la producción de Romero de Torres en la que el artista cordobés nos muestra a una mujer morena de sutiles rasgos, de seductora belleza, ricamente ataviada con un vestido de delicadas sedas que deja sus hombros al aire. El artista cordobés pintó numerosas figuras femeninas, mujeres morenas de misteriosa y profunda mirada que escandalizaron en su época, debido a la carga erótica que ofrecía su semidesnudez. En su mirada hay una ocultación del deseo, al mismo tiempo, que provocan una intensa sensación de ardor y erotismo. Son figuras ensimismadas, encerradas por su propia pasión, alegorías de la sensualidad y del pecado. En esta ocasión, la elegancia de la representada se ve reforzada por el collar de perlas que cubre su cuello y el chal morado que se entrelaza en su brazo derecho, así como por su peinado típicamente andaluz, sobrio si bien completamente identificativo del estilo de Romero de Torres. La magnitud del retrato, tanto conceptual como física, alude a los retratos clásicos, combinando el carácter poderoso e imponente de la mujer con la delicadeza del jarrón de cristal depositado junto a ella, el cual contiene dos rosas símbolo del inexorable paso del tiempo. En última estancia, una llanura sobria sirve como telón de fondo, tan sólo salpicada por un árbol cuya frondosa copa interrumpe el horizonte y lo que parece la aguja de una catedral gótica.
Julio Romero de Torres nació en un ambiente intelectual y artístico, lo que decididamente favoreció su vocación. Su padre, Rafael Romero de Barros, era además de pintor conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba. Julio Romero inició su formación en 1884, compaginando las clases del Conservatorio de Música con las clases de dibujo y pintura de su padre. En 1890 encontramos ya su primera obra conocida, “La huerta de Morales”, y en 1895 se presenta por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes, con “Mira qué bonita era”, obra que le valió mención honorífica y que fue adquirida por el Estado. En 1897 opta al premio de Roma, aunque no logra la beca, y en 1902 inicia su carrera docente en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba. Al año siguiente se trasladará a Madrid para conocer de primera mano la pintura mural de los simbolistas, tras recibir su primer encargo de importancia, una serie de murales dedicados a las artes para el Círculo de la Amista de Córdoba. En este proyecto su obra aún evidencia la influencia de Puvis de Chavannes. Julio Romero permanecerá entonces en Madrid, en contacto con el círculo de Valle-Inclán y los Machado, frecuentando las tertulias del Café de Levante mientras va madurando su estilo propio. En 1906 envía a la Nacional “Vividoras del amor”, obra que sin embargo es rechazada por lo escandaloso de su tema. En Madrid se irá dando a conocer a través de muestras como la del Círculo de Bellas Artes de 1907, y va madurando la idea de un viaje por Europa que marcará un cambio definitivo en su lenguaje, una clara voluntad de cambio. Continúa participando en las Exposiciones Nacionales, y en 1908 su obra “La musa gitana” es adquirida por el Estado y le vale una primera medalla. Este triunfo hará que sus cuadros sean enviados a exposiciones celebradas en el extranjero, en Buenos Aires y Santiago de Chile. El definitivo reconocimiento le llega en 1910, cuando se le otorga la encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio y es nombrado inspector de la delegación y comisaría regia en la Exposición de Arte de Roma. Al año siguiente obtendrá la medalla de oro en la Nacional de Bellas Artes de Barcelona, y poco después será nombrado académico de número de la Academia de Ciencias, Bellas y Nobles Artes de Córdoba. Julio Romero sigue sin embargo instalado en Madrid, frecuentando desde 1913 la tertulia del Café Pombo. Dos años más tarde se le dedica una sala especial en la Exposición Nacional, y en 1916 es nombrado profesor de la Academia de San Fernando. En estos años de éxito y reconocimiento su taller, en la madrileña calle Pelayo, se convierte en centro de tertulias y reuniones. No obstante, en 1928 se ve obligado a regresar a Córdoba por motivos de salud, aunque esto no le impedirá seguir pintando en su estudio de la Plaza del Potro. De hecho en 1930, el mismo año de su muerte, participará en la Exposición Iberoamericana de Sevilla con un total de veintiocho cuadros. Aunque, como muchos de sus contemporáneos, Julio Romero inicia su carrera cultivando una obra de carácter regionalista que evolucionará en la línea del simbolismo, el maestro alcanzará la madurez de su estilo personal en torno a 1912, con un lenguaje que conjuga el sentir popular andaluz y el auténtico folclore con la tradición renacentista del arte italiano. A nivel formal, Julio Romero se expresó a través de un dibujo preciso, base de composiciones equilibradas, sobre las que se desarrolla una personal paleta de tonos azules, verdes y, sobre todo, negros, que dotan a su obra de un especial acento lírico, misterioso incluso. Actualmente se conservan obras de Julio Romero en el museo que lleva su nombre en Córdoba, el del Prado (obras adscritas el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía), los de Bellas Artes de Bilbao, Córdoba y Asturias, el Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, el Carmen Thyssen de Málaga, la Diputación de Córdoba, la Abadía de Montserrat, el Nacional de Arte de Cataluña, los fondos de arte de Caja Canarias, la colección CajaSur, la Caja Rural de Córdoba, la colección Santander, la Fundación Prasa y otras destacadas colecciones públicas y privadas.

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