RAMÓN CASAS CARBÓ (Barcelona, 1866 – 1932).
“Capellà”.
Óleo sobre tela.
Firmado
Publicado en el libro de Isabel Coll, pg 315.
Medidas: 91 x 42,5 cm; 114,5 x 66,5 cm (marco).
Retrato de un sacerdote realizado por uno de los grandes representantes del modernismo catalán, Ramon Casas. Pintado de cuerpo entero, el encuadre vertical acoge su figura en primer término, ocupando gran parte del lienzo. Estamos ante una representación característica de su habilidad para combinar un retrato realista y vívido con un tratamiento moderno del color y el trazo. El rojo intenso contrasta con otros tonos ocres del fondo y con el blanco de la blusa, atrayendo toda la atención del espectador. El capellán nos mira de frente mientras y se sostiene con la mano derecha la estola en un gesto que parece querer enfatizar su estatus, su pertenencia a una orden religiosa. El rostro transmite un matiz de asomo, oculto tras una actitud ligeramente altiva. Casas fue un gran retratista, capaz de plasmar los matices imperceptibles del ánimo.
Destacado pintor y dibujante, Casas se inicia en la pintura como discípulo de Joan Vicens. En 1881 realiza su primer viaje a París, donde completó su formación en las academias Carolus Duran y Gervex. Al año siguiente participa por primera vez en una muestra en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 presenta, en el Salón de los Campos Elíseos de París, un autorretrato que le valió la invitación para convertirse en miembro del salón de la Societé d’Artistes Françaises. Los siguientes años los pasa viajando y pintando entre París, Barcelona, Madrid y Granada. En 1886, aquejado de tuberculosis, se asienta en Barcelona para recuperarse. Allí entra en contacto con Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga. Tras un viaje recorriendo Cataluña junto a Rusiñol, en 1889, Casas regresa con su amigo a París. Al año siguiente participa en una colectiva en la Sala Parés, junto con Rusiñol y Clarasó, y de hecho los tres continuarán realizando exposiciones conjuntas en dicha sala hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Sus obras de este momento se encuentran a medio camino entre el academicismo y el impresionismo francés, en una suerte de germen de lo que sería más tarde el modernismo catalán. Su fama continúa extendiéndose por toda Europa, y realiza exposiciones de éxito en Madrid y Berlín, además de participar en la Exposición Mundial de Chicago de 1893. Casas se establece definitivamente en Barcelona, inmerso en el ambiente modernista, aunque sigue viajando a París para los salones anuales. Financió el local que sería punto de referencia para los modernistas, el café Els Quatre Gats, inaugurado en 1897. Dos años después organiza su primera muestra individual en la Sala Parés. Mientras crecía su fama como pintor, Casas empezó a trabajar como diseñador gráfico, adoptando el estilo Art Nouveau que llegó a definir al Modernismo catalán. En los años siguientes se suceden sus éxitos: presenta dos obras en la Exposición Universal de París de 1900, gana un premio en Múnich en 1901, varias de sus obras quedan en la exposición permanente del Círculo del Liceo, realiza diversas muestras internacionales y, en 1904, obtiene el primer premio en la Exposición General de Madrid. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Nacional Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el de Montserrat, el Cau Ferrat de Sitges, el Camón Aznar de Zaragoza y los de Arte Contemporáneo de Barcelona y Sevilla, entre muchos otros.