Taller de JUAN PANTOJA DE LA CRUZ (Valladolid, h. 1553 – Madrid, 1608).
“Retrato de caballero, posiblemente el III Duque de Osuna”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado del siglo XIX.
Presenta restauraciones en la superficie pictórica.
Posee marco del siglo XIX, siguiendo modelos del siglo XVII.
Medidas: 197 x 109 cm; 219 x 130 cm (marco).
Esta pintura, cercana estéticamente al taller del maestro Juan Pantoja de la Cruz, representa con gran probabilidad al III Duque de Osuna, noble español del Siglo de Oro. La obra se caracteriza por su majestuosa representación, que resalta la dignidad y el poder del retratado, acorde con el alto rango que ostentaba en la corte de los Austrias.
El personaje está vestido de negro, un color típicamente asociado a la nobleza y el poder en la época, con un elaborado cuello de lechuguilla, símbolo de estatus y refinamiento. Los detalles en oro del traje añaden un toque de riqueza y ostentación, sin caer en excesos. Su postura, de pie y erguida, transmite autoridad y control, mientras que su mano izquierda descansa sobre una mesa cubierta por un tapiz verde, un gesto que insinúa serenidad y confianza. En su mano derecha sostiene la empuñadura de una espada, símbolo de su rol militar y su capacidad para la defensa de los intereses de la monarquía.
A la derecha del retrato, se encuentra el escudo de armas del conde, en colores vibrantes de rojo y negro, acompañado de ornamentos heráldicos que refuerzan la importancia de su linaje. El fondo oscuro, un rasgo típico del estilo de Pantoja de la Cruz, sirve para enfocar toda la atención en la figura principal, eliminando distracciones y destacando su carácter solemne.
El retrato no solo tiene una función conmemorativa, sino también propagandística. Este tipo de obras servían para consolidar la imagen pública de los nobles, proyectando su poder, nobleza y lealtad hacia la corona. En un tiempo donde el arte y la política estaban profundamente entrelazados, pinturas como esta eran esenciales para perpetuar el legado y la memoria de figuras históricas clave en la España de los Austrias.
Juan Pantoja de la Cruz debió trasladarse a Madrid siendo muy joven, y allí se formó en el taller de Alonso Sánchez Coello, el principal retratista cortesano de la época. De él Pantoja heredará la tradición de la representación regia que éste, a su vez, había aprendido de su maestro Antonio Moro. Tras la muerte de su maestro, en 1588, Pantoja comienza a pintar de forma independiente, y se convertirá en el retratista cortesano de mayor calidad de los últimos años del reinado de Felipe II y los primeros de su sucesor. Entre 1601 y 1606 acompañará a Felipe III a Valladolid, al trasladarse la corte. Con él se formaría, probablemente, Bartolomé González y Rodrigo de Villandrando, los retratistas que más trabajaron para la corte hasta la llegada de Velázquez. Con su obra, Pantoja perpetuó las fórmulas iconográficas establecidas anteriormente en el retrato regio, que buscaban transmitir una imagen de la majestad áulica a la vez que la idea de la dinastía reinante. Se trataba pues, más que de realizar el retrato de una persona concreta o de su psicología, de captar una efigie solemne e imponente, rodeada por un augusto entorno. Así, desarrolló un preciso detallismo de raíz flamenca en las ricas indumentarias, minuciosamente descritas, y enriqueció la herencia de Antonio Moro con la influencia italiana, bien conocida en la corte española, de Tiziano y Sofonisba Anguissola. En paralelo a su carrera como retratista, Pantoja desarrolló una menos conocida labor como pintor religioso, trabajando principalmente para clientes de Madrid y Valladolid. También acometió encargos de tema sacro para los sitios reales, como las pinturas realizadas en 1603 para el oratorio de la reina en el Palacio Real de Valladolid. En su obra religiosa su estilo cambia en parte, y se muestra más moderno y permeable a nuevas influencias, especialmente las de los pintores llegados a España para trabajar en El Escorial. Así, veremos en estas pinturas un novedoso interés por el naturalismo y los contrastes lumínicos, reflejando lo que se estaba experimentando en Italia por aquellos años. Sabemos también que Pantoja cultivó otros géneros, como el bodegón, el retrato en miniatura y la pintura al fresco, aunque no ha llegado a nuestros días ningún ejemplo de estas producciones. Actualmente Pantoja de la Cruz está representado en el Museo del Prado, la Alte Pinakothek de Munich, el Hermitage de San Petersburgo, el Kunsthistorisches de Viena, la Royal Collection de Londres, el Museo de Bellas Artes de Bilbao.