Escuela española; s. XVIII.

Escuela española; siglo XVIII.
“Retrato de Carlos V”.
Óleo sobre lienzo.
Presenta perforación y faltas en la superficie pictórica.
Medidas: 99 x 81 cm; 109 x 90 cm (marco).
El retrato de Carlos V que observamos, realizado en el siglo XVIII, presenta una imagen majestuosa del emperador, envuelto en una armadura negra ricamente decorada con motivos dorados. Su rostro, serio y sereno, refleja madurez y autoridad, mientras su mirada, fija y profunda, parece contemplar algo más allá del presente. Lleva al cuello el distintivo Toisón de Oro, símbolo inequívoco de la prestigiosa orden caballeresca que encarnaba su poder y linaje. La postura del emperador, erguida y firme, transmite una sensación de control y grandeza, acentuada por la mano que descansa sobre el pomo de su espada, objeto que refuerza la idea de poder militar y liderazgo.
A pesar de haber sido pintado en el siglo XVIII, este retrato trata de evocar la solemnidad asociada a los monarcas de siglos anteriores, en especial a Carlos V, cuya figura sigue siendo admirada como uno de los grandes gobernantes europeos. La composición y el uso de colores oscuros en el fondo permiten que la armadura y los detalles dorados resalten, creando un contraste que realza la figura del emperador, envolviéndolo en un aura de dignidad y autoridad.
Al comparar esta obra con el célebre retrato de Carlos V pintado por Juan Pantoja de la Cruz en el siglo XVII, se puede notar una gran similitud en cuanto a la composición. Aunque ambos artistas interpretaron al mismo personaje bajo ópticas diferentes. Pantoja, siguiendo el estilo renacentista tardío y los primeros rasgos del barroco, presenta a un Carlos V más envejecido y realista. En su obra, el emperador aparece con el rostro marcado por las líneas del tiempo, sus ojos cargados de la experiencia y las fatigas de su reinado. Su postura es rígida y solemne, casi frontal, enfatizando la autoridad indiscutible del monarca. La luz dirigida destaca la textura de la armadura y la expresión del rostro, añadiendo un dramatismo que no se encuentra en la obra del siglo XVIII.
Por otro lado, aquí el artista busca embellecer al personaje, idealizándolo con un rostro más joven y una expresión más tranquila. Aunque la armadura y el Toisón de Oro están presentes en ambos retratos de un modo similar. La composición es también más dinámica, otorgándole al emperador una presencia más estilizada y elegante, acorde con los gustos artísticos de la época en que fue pintado.
Este tipo de retratos se popularizaron, en gran medida debido a las relaciones políticas de la casa Habsburgo que utilizaban estas obras tanto en el ámbito intimo familiar, como en el diplomático. De hecho, un claro ejemplo de la proliferación de estos retratos de corte, se reflejó en la exposición realizada por el Museo del Prado; Velázquez: y la familia de Felipe IV en el año 2014. Dicha muestra aunaba una gran cantidad de retratos que hacían gala del aumento de la demanda de este tipo de obras, provocada por el nacimiento de los infantes y la llegada de una nueva reina. Demostrando así, como ambos hechos desembocaron la multiplicación de la retratística de corte y la continuación de dicha labor, por diversos artistas.