Escuela sevillana, posiblemente VALDÉS LEAL; siglo XVII.
“San Daniel en el foso de los leones”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado en el siglo XIX.
Presenta número de inventario en la zona inferior derecha.
Medidas: 28 x 31,5 cm.
Escena devocional en la que se representa a san Daniel, atrapado en unas cuerdas y siendo depositado en el foso de los leones. La pintura de época barroca, como es habitual, presenta uno de los momentos más dramáticos de la historia de san Daniel, pero desde un punto teatral tanto a nivel temático como estético, que sorprende al espectador. Según la narración bíblica (Daniel 14, 32-39), Daniel permaneció siete días en el foso con los leones. Vivía entonces en Judá el profeta Habacuc, el cual se hallaba en el camino llevando la comida a los segadores. Pero el ángel le dijo: “lleva la comida que tienes preparada a Daniel, que está en Babilonia en el foso de los leones”. El ángel le tomó entonces por los cabellos, le llevó al foso con la velocidad del espíritu y allí gritó Habacuc: “¡Daniel, Daniel, toma la comida que Dios te envía!”, a lo cual contestó éste “En verdad, ¡oh Dios!, te has acordado de mí, pues no abandonas a los que te aman”.
Estilísticamente la obra se acerca en gran medida a la estética de Valdés Leal, Artista estrictamente contemporáneo de Murillo, Valdés Leal fue su mayor rival pictórico en la Sevilla de su tiempo. La comparación entre ambos pintores ha sido frecuente, alentada artificialmente por el carácter de las obras de ambos: si la de Murillo se vislumbraba como la expresión misma de la dulzura y la calma, la aspereza y el dramatismo de la obra de Valdés Leal y, sobre todo, la truculencia extrema de sus obras más conocidas, las vánitas de la iglesia de la Caridad de Sevilla, sirven para confirmar la dicotomía. Pero, a pesar del carácter difícil con el que aparece retratado en las fuentes, lo cierto es que la obra de Valdés Leal es bastante variada y se encuentra en la línea de la pintura que se realizaba en su entorno. No sabemos en qué fecha se trasladó a Córdoba, aunque previsiblemente había realizado ya una primera formación artística en su ciudad natal. Se ha especulado con su acercamiento al taller de Herrera el Viejo, y también al arte del cordobés Antonio del Castillo, como posibles influencias para su primera obra firmada y fechada conocida, el San Andrés de la iglesia de San Francisco de Córdoba, de 1647. En ella sabe combinar con visible acierto la monumentalidad de la figura del santo con el acercamiento naturalista. En 1656 se establece en Sevilla, donde desarrollará la mayor parte de su vida. En 1660 aparece entre los creadores de la Academia de Dibujo, de la que en 1663 llegará a ser presidente. Al año siguiente establece Palomino su viaje a la corte y a El Escorial, un periplo que todavía puede entenderse de aprendizaje, impulsado por su afán de conocer las obras de los grandes maestros presentes en las colecciones reales. En 1667 ingresa en la Hermandad de la Caridad de Sevilla, cuyo fundador había sido Miguel de Mañara, el noble visionario autor del escatológico Discurso de la Verdad, al que Valdés permanecerá unido en adelante. En 1671, Valdés Leal tiene la oportunidad de trabajar como arquitecto en las decoraciones efímeras que hace instalar la catedral de Sevilla para celebrar la canonización de san Fernando. Gracias a estos trabajos Palomino le define como «gran dibujante, perspectivo y arquitecto». Además, realiza dos grabados, reproduciendo sus obras en la catedral, para el libro de Fernando Torres Farfán que celebraba dicha efeméride, lo que nos permite conocer su trabajo como arquitecto. Son éstas sus obras más importantes como creador de estampas, aunque también se conocen su grabado de la custodia de la catedral, un autorretrato y la imagen póstuma de Miguel de Mañara. En 1672 se encuentra en Córdoba, ocasión que aprovecha Palomino para conocerle personalmente. Ello otorga más valor a la afirmación del tratadista cordobés sobre el interés literario de Valdés Leal, pues le hace poseedor de «el ornato de todas las buenas letras, sin olvidar las de la poesía». Poco tiempo antes de su muerte sufrió una enfermedad que le impidió seguir trabajando, obligándole a dejar los encargos que mantenía en manos de su hijo, pintor en su obrador.