Taller de Francisco Bayeu

Taller de FRANCISCO BAYEU (Zaragoza, 1734 – Madrid, 1795).
“San Pedro Bautista”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee marco del siglo c. 1800.
Medidas: 83 x 51 cm; 92 x 60 cm (marco).

La obra presenta a una figura masculina vestida con hábito, arrodillada en unas nubes, rodeada por una luz celestial dorada en un espacio en el que aparecen varios ángeles. Uno, al frente, sostiene una cruz de madera ayudado por otro, y, a la izquierda, se observa a uno con una corona de laureles y otro con dos lanzas.

El hábito marrón del santo, junto con el cordón que lo ciñe y los tres nudos que presenta, alusivos a las tres promesas o votos de pobreza, obediencia y castidad, lo identifican como miembro de la Orden de San Francisco, fundada en 1209 por San Francisco de Asís (1181/1182 – 1226). La obra muestra a San Pedro Bautista (1542-1597), destacado santo franciscano elegido por el padre Juan Cobo para apaciguar los ánimos japoneses que entorpecían la evangelización en la zona de Manila. Junto con Fray Bartolomé Tuis y Francisco de La Parrilla, llegó a Hirado, presentándose ante el shogun Hideyoshi Toyotomi. Lograron fundar la primera iglesia franciscana de Japón, Nuestra Señora de los Ángeles, además de conventos en Nagasaki y Osaka. Sin embargo, fueron apresados junto con San Pedro Miki, sometidos a un Via Crucis tras ser encarcelados, y finalmente murieron en la cruz sobre la colina de Nishizaka en 1597.

Por sus características formales y técnicas, podemos relacionar esta obra con el círculo de Francisco Bayeu. Miembro de una notable familia de artistas, hermano de los también pintores Ramón y Manuel, Francisco Bayeu fue además cuñado de Francisco de Goya. Inició su formación en su Zaragoza natal, acudiendo al taller de Juan Andrés Merklein, un pintor de origen bohemio, y a las clases de dibujo de José Luzán Martínez. En 1756, alcanzó el Premio Extraordinario de la Academia de San Fernando, lo que le valió una beca en 1758 para estudiar durante dos años en dicha academia en Madrid. Sin embargo, Bayeu abandonó la academia solo dos meses más tarde debido a desavenencias con uno de los profesores, Antonio González Velázquez. Regresó entonces a Zaragoza, donde su situación económica se complicó tras la muerte de sus padres, lo que le obligó a hacerse cargo de su familia. Inició su carrera pictórica realizando encargos para iglesias y conventos de la ciudad. En 1759, contrajo matrimonio con Sebastiana Merklein, la hija de su maestro. Durante esos años, desarrolló un lenguaje aún juvenil, marcado por la influencia de Lucas Jordán y Corrado Giaquinto.

En 1762, Antón Rafael Mengs, principal pintor de la corte, visitó Zaragoza y le propuso trabajar junto a él en la decoración del nuevo Palacio Real. Gracias a la protección de Mengs, Bayeu realizó diversos encargos decorativos para los Reales Sitios, consolidándose como uno de los pintores más destacados del momento. Entre estos primeros trabajos para la corte se destacan la decoración al fresco de las bóvedas del comedor del cuarto de la reina (“La rendición de Granada”) y de la antecámara de los príncipes de Asturias (“La caída de los Gigantes”). En estas obras se advierte aún su formación barroca, pero ya se atisban elementos propios de su lenguaje de madurez, como la elegancia en las posiciones, la minuciosidad, los efectos lumínicos neoclásicos y el perfecto estudio anatómico. En la década de 1760, su estética neoclásica aparece completamente formada, marcada por un dibujo limpio y preciso y por una paleta que juega con el contraste de los rojos y los amarillos sobre una entonación basada en los azules y los grises.