Ramón Casas Carbó

RAMON CASAS CARBÓ (Barcelona, 1866 – 1932).
“Dama”.
Óleo sobre lienzo.
Adjunta certificado expedido por Don Marçal Barrachina.
Posee etiqueta informativa al dorso de Barrachina & Ramoneda.
Presenta leves pérdidas de la capa pictórica en un lateral.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas. 77,5 x 66 cm; 105,5 x 92,5 cm (marco).
Esta pintura de Ramon Casas nos presenta una representación femenina de gran sutileza y magnetismo, en la que el artista logra capturar la belleza y la sensualidad de la modelo con una elegancia inconfundible. La mujer, de mirada enigmática y expresión serena, sostiene un ligero chal de motivos florales que apenas cubre su torso, sugiriendo más de lo que muestra. Su postura, con un brazo doblado en la cintura y el otro sosteniendo la tela, refuerza su confianza y atractivo, convirtiéndola en una presencia cautivadora dentro de la composición. Este retrato se inscribe dentro de una de las temáticas recurrentes en la obra de Casas: la femme fatale. Influenciado por la estética modernista y el simbolismo, el pintor catalán exploró con frecuencia la imagen de la mujer como un ser poderoso y seductor, cargado de misterio e independencia. En sus retratos femeninos, Casas no solo refleja la belleza física de sus modelos, sino que las dota de un aura psicológica que las hace aún más fascinantes. En esta pintura en concreto, la modelo, con su actitud distante y su pose deliberadamente pausada, encarna esa idea de la mujer moderna, segura de sí misma y con un aire de sofisticación irresistible.
Casas emplea un juego refinado de luces y sombras para modelar el cuerpo con suavidad, destacando la tersura de la piel y los volúmenes de manera natural. La leve inclinación de la cabeza, junto con la mirada directa pero reservada de la modelo, acentúan su carisma y la convierten en el centro absoluto de atención. La tela que sostiene, con su colorido y su movimiento suelto, introduce un contrapunto vibrante a la sobriedad del fondo neutro, añadiendo una dimensión sensorial que refuerza la sensación de intimidad en la escena. Desde el punto de vista técnico, esta obra es una muestra del dominio pictórico de Casas. Su trazo es suelto y fluido, logrando un equilibrio entre precisión y espontaneidad. La pincelada es suave y envolvente, característica del modernismo catalán, y el uso de tonos cálidos y apagados contribuye a crear una atmósfera armónica y envolvente. La textura de la piel está trabajada con gran delicadeza, logrando un efecto casi etéreo, mientras que la representación de la tela destaca por su riqueza cromática y su tratamiento suelto, casi impresionista.
Destacado pintor y dibujante, Casas se inicia en la pintura como discípulo de Joan Vicens. En 1881 realiza su primer viaje a París, donde completó su formación en las academias Carolus Duran y Gervex. Al año siguiente participa por primera vez en una muestra en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 presenta, en el Salón de los Campos Elíseos de París, un autorretrato que le valió la invitación para convertirse en miembro del salón de la Societé d’Artistes Françaises. Los siguientes años los pasa viajando y pintando entre París, Barcelona, Madrid y Granada. En 1886, aquejado de tuberculosis, se asienta en Barcelona para recuperarse. Allí entra en contacto con Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga. Tras un viaje recorriendo Cataluña junto a Rusiñol, en 1889, Casas regresa con su amigo a París. Al año siguiente participa en una colectiva en la Sala Parés, junto con Rusiñol y Clarasó, y de hecho los tres continuarán realizando exposiciones conjuntas en dicha sala hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Sus obras de este momento se encuentran a medio camino entre el academicismo y el impresionismo francés, en una suerte de germen de lo que sería más tarde el modernismo catalán. Su fama continúa extendiéndose por toda Europa, y realiza exposiciones de éxito en Madrid y Berlín, además de participar en la Exposición Mundial de Chicago de 1893. Casas se establece definitivamente en Barcelona, inmerso en el ambiente modernista, aunque sigue viajando a París para los salones anuales. Financió el local que sería punto de referencia para los modernistas, el café Els Quatre Gats, inaugurado en 1897. Dos años después organiza su primera muestra individual en la Sala Parés. Mientras crecía su fama como pintor, Casas empezó a trabajar como diseñador gráfico, adoptando el estilo Art Nouveau que llegó a definir al Modernismo catalán. En los años siguientes se suceden sus éxitos: presenta dos obras en la Exposición Universal de París de 1900, gana un premio en Munich en 1901, varias de sus obras quedan en la exposición permanente del Círculo del Liceo, realiza diversas muestras internacionales y, en 1904, obtiene el primer premio en la Exposición General de Madrid. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Nacional Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el de Montserrat, el Cau Ferrat de Sitges, el Camón Aznar de Zaragoza y los de Arte Contemporáneo de Barcelona y Sevilla, entre muchos otros.