JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA (Valencia, 1863 – Cercedilla, Madrid, 1923).
“Calle de un pueblo”, 1895.
Acuarela y papel.
Adjunta certificado de autenticidad expedido por Blanca Pons Sorolla.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 34 x 25 cm; 69 x 58 cm (marco).
En esta obra de Joaquín Sorolla, fechada en 1895, se aprecia una escena cotidiana, ambientada en un entorno rural típico del sur de España. La pintura, realizada en acuarela, presenta una atmósfera ligera y fresca, con tonos suaves que capturan la luz mediterránea. En primer plano, se observa a dos figuras sentadas en un banco de piedra junto a la entrada de una casa. Un hombre, vestido con ropa sencilla y un pañuelo azul en la cabeza, parece conversar con una mujer que lleva un vestido tradicional adornado con flores y un chal de colores vivos, que aportan dinamismo a la composición. En el fondo, a través de una pequeña ventana, se asoma un macetero con flores que añade un toque de vida y detalle al cuadro. El entorno arquitectónico, con paredes encaladas y tejados de tejas, refleja la estética de un pueblo mediterráneo, mientras que los detalles, como la farola verde colgada en la pared, dan autenticidad y encanto a la escena. Al fondo, se extiende un paisaje de colinas y cielos claros que enmarcan el momento, creando un contraste entre el espacio íntimo del pueblo y la vastedad de la naturaleza circundante.
La pincelada suelta y el uso del color transmiten calidez y cotidianidad, enfatizando la conexión de Sorolla con los ambientes luminosos y las escenas costumbristas. Es una obra que captura no solo un instante, sino también la esencia de la vida rural española de finales del siglo XIX.
Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla demostró su afición por el dibujo y la pintura, asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al terminar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresó en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, en 1879. Asimismo, durante sus visitas a Madrid, realizadas en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que estimuló para solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Logrado su objetivo, en 1885 Sorolla parte para Roma, permaneciendo antes de llegar varios meses en París. En la capital francesa quedó impresionado por las pinturas de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al terminar sus años en Roma regresa a Valencia en 1889, instalándose al año siguiente en Madrid. En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose en problemas sociales al representar la triste escena de “¡Otra Margarita!”, premiada con medalla de primera clase en la Nacional, y al año siguiente en la Internacional de Chicago. Esta sensibilidad permanecerá en su obra hasta el fin de la década, en sus representaciones de la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonará los temas de niños desdichados que vemos en “Triste herencia”, que había sido premiada en la Exposición Universal de París de 1900 y en la Nacional de Madrid un año después. Animado por el éxito de sus resplandecientes imágenes del Mediterráneo, y estimulado por su amor a la luz y a la vida de sus soleadas playas, centró en dichas escenas sus obras, más alegres y agradables, con las que logrará fama internacional. En 1906 celebró su primera exposición individual en la galería George Petit de París, y en ella demostró también sus habilidades como retratista. En 1908 el norteamericano Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, pretendió adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año después invitaría él mismo a Sorolla a exponer en su institución, siendo el resultado una muestra en 1909 que cosechó enorme éxito. La relación entre Huntington y Sorolla dio lugar al encargo más importante de la vida del pintor: la creación de los inmensos lienzos destinados a ilustrar, en las paredes de la Hispanic Society, las regiones de España. Actualmente está representado en el Museo del Prado y el que lleva su nombre en Madrid, el Metropolitan de Nueva York, el de Orsay en parís, el J. Paul Getty de Los Ángeles...