DESCRIPCIÓN
Escuela sevillana; Finales del siglo XVII.
“Adoración de los pastores”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee repintes sobre la superficie pictórica.
Conserva marco del siglo XVII.
Medidas: 62,5 x 85 cm; 70 x 91 cm (marco).
En este lienzo de periodo tardo-barroco, el pintor se interesa por abordar el tema de la adoración de un modo naturalista, recalcando el entorno humilde que acoge en su seno el nacimiento del Niño Jesús. Los pastores, desprovistos de todo gesto elocuente y recargado, se arrodillan o inclinan silenciosos en torno al infante, cuyo pequeño cuerpo descansa en un paño blanco. La Virgen mira piadosamente al Niño, mientras San José se sitúa a su lado en un segundo plano como es habitual. Jesús, aunque no ocupa el centro de la composición posee el protagonismo en la escena debido a las luces contrastadas contribuyen a ordenar las figuras y a dirigir la mirada del espectador por cada rincón del pesebre. En este lienzo vemos un tema muy repetido a lo largo de la Historia del Arte, y que durante el barroco andaluz conoció un auge notable. La humanidad que impregna la escena lograba que el fiel se identificará con ella, intención que caracterizará el arte religioso español a partir de la Contrarreforma.
Estéticamente la obra se acerca a la pintura de Francisco Antolínez, hermano del también pintor José Antolínez. Francisco era de profesión abogado, si bien su curiosidad le llevaría a interesarse por materias muy diversas. Llegó así a introducirse en la práctica de la pintura, obteniendo éxito con obras de pequeño formato generalmente protagonizadas por figuras menudas sobre un fondo de paisaje o arquitectura. Ceán Bermúdez apuntó que después de estudiar leyes en Sevilla aprendió pintura en la escuela de Murillo, asistiendo a la academia establecida en la casa lonja de la misma ciudad, donde consta su presencia en 1672. Ese mismo año debió trasladarse a Madrid para reunirse con José Antolínez, aunque es probable que tras la muerte de éste regresara durante algún tiempo a su ciudad natal. Finalmente se instalará de forma definitiva en Madrid. Francisco Antolínez pudo vivir de la pintura, pero pese a ello no firmaba sus obras, dado que prefería presentarse como abogado. Antolínez se muestra en sus paisajes heredero del estilo flamenquizante de Ignacio de Iriarte, y en los fondos arquitectónicos de Matías de Torres. Respecto a sus figuras, denotan un claro carácter murillesco. Actualmente Francisco Antolínez está representado en el Museo del Prado, el de Castrelos en Vigo, el Provincial de Ciudad Real, el Palacio Episcopal de Huesca la parroquia de Santa Ana de Brea de Aragón, la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios de Zamora y otros centros religiosos, colecciones públicas y privadas.