Martin Bradley

MARTIN BRADLEY (Richmond, Inglaterra, 1931).
Sin título, 1992, de la "Suite Olympic Centennial".
Serigrafía sobre papel vélin d’Arches de 270 gramos, ejemplar 138/250.
Firmada y justificada a mano.
Medidas: 90 x 63 cm.
La Suite Olímpica está compuesta por 50 litografías y serigrafías escogidas para representar diversas tendencias artísticas contemporáneas. Fue editada para conmemorar el primer centenario del olimpismo moderno. Los artistas escogidos trabajan en movimientos y estilos muy diversos, desde el hiperrealismo de Antonio López a la abstracción de Sol Lewitt, pasando por el expresionismo abstracto, el geometrismo de Arden Quin, el arte conceptual, el pop art, el nuevo realimso de Baldaccini y Rotella, o el nuevo fauvismo de Dokoupil, entre otros. Entre los artistas representados hay creadores de gran proyección internacional, ampliamente reconocidos por la crítica.
De espíritu rebelde, Martin Bradley comienza su carrera como artista a muy temprana edad, instalándose en Londres en 1949. A mediados de los años 50 Bradley entabla una perdurable amistad con los escritores del grupo “The angry Young men”, escritores trascendentales dentro de la renovación literaria británica, conociendo allí a otros jóvenes pintores, como Phililip Martin o Alan Davie. En 1961 recibe una beca para instalarse en Brasil, lugar en el que alcanzó un gran éxito y que le llevó a exponer, a su vuelta a Europa, en la histórica exposición “Arte e Contemplazione” en el Palazzo Grassi de Venecia. Tras el éxito obtenido en Italia y España, Bradley viaja por el mundo, atravesando Turquía, Afganistán, India y Nepal, quedando fascinada por el lejano Oriente. En un primer momento, la obra de este artista presenta una tendencia autodestructiva, si bien este evoluciona a obras de factura fresca, vivacidad en el color, de extrema fantasía y aspecto simpático, dando como resultado obras que forman parte del movimiento del Pop Inglés. Sin embargo, frente a este positivismo se intuyen una serie de grafismos, signos y simbologías que aluden a críticas de costumbres tradicionales y reflexiones sobre el paso del tiempo, características que hacen de las pinturas de Bradley obras tremendamente interesantes llenas de matices.