DESCRIPCIÓN
Importante gueridón de época Restauración. Italia, ca. 1820-1825.
Base trípode de bronce patinado y dorado. Sobre en marquetería de mármol decorada con micromosaico en su centro.
Medidas: 81 x 78 x 78 cm.
Importante gueridón de centro circular del periodo Restauración con una superficie de mármol con incrustaciones de piedradura (taracea que combina distintos mármoles) que en su conjunto adopta la forma sintetizada de una flor. En su centro el artista se deleita con la realización de un micromosaico que representa el coliseo romano. La cintura de la mesa, embellecida con relieves de hojas de parra y vid, apoya en un fuste bombé elevado sobre un pie trípode acabado en patas de garra.
En el siglo XIX era costumbre regalar mesas con sobre de micromosaicos, o “mosaico in piccolo”, a los diplomáticos. Esta nueva técnica permitía el virtuosismo meticuloso tan codiciado por los entendidos de la era neoclásica Los mayores maestros de esta tipología de mesa con micromosaico fueron Michelangelo Barberi y Giacomo Raffaelli. Donde mayor incisión tuvo el arte del mosaico fue en la reproducción de escenarios urbanos que formaban parte de las rutas del Grand Tour.
El arte del micromosaico fructificó durante los siglos XVIII y XIX. El término fue acuñado por Sir Arthur Gilbert para referirse a los mosaicos realizados con pequeñas piezas de esmalte. El recurso de las aves fue frecuente en los mosaicos florentinos para representar las estaciones ya en el Renacimiento, haciéndose más frecuente su presencia durante el barroco, como emblemas de pureza y del alma. El arte del micromosaico nació en el Vaticano para hacer frente al deterioro de su colección de pinturas. Al darse cuenta de que los mosaicos arquitectónicos retenían su color con el paso del tiempo, en los talleres papales se empezó a experimentar con la técnica del mosaico de vidrio para reproducir las obras maestras. El Vaticano guardó el secreto de la fórmula que permitió una reproducción exacta con micromosaicos cuya ausencia de brillo y su calidad cromática hacía indistinguible la copia de la pintura original. Ya en el siglo XIX talleres privados empezaron a proliferar en Roma respondiendo a la demanda del mercado turístico. Mosaicos comerciales se hicieron accesibles en variedad de piezas decorativas. Muchas de ellas se conservan en el Museo Hermitage de San Petersburgo, en la Colección Gilbert de Londres y en el propio Vaticano.