Escuela holandesa; segundo tercio del siglo XVII.
“Retrato infantil”.
Óleo sobre tabla.
Medidas: 29 x 23 cm; 44 x 38 cm (marco).
En esta obra el autor plasma un retrato infantil en el cual el protagonista ha sido captado con gran dignidad y compostura, muestra de su posición social. Si bien sus rasgos físicos corresponden con un niño de corta edad. La figura se presenta en forma de retrato de busto girado en tres cuartos sobre un fondo neutro que monumentaliza su figura, y en el que no se encuentra ningún detalle anecdótico que pueda distraer al espectador del personaje retratado. Destaca la delicadeza de su piel, cálidamente iluminada y la riqueza de su vestimenta a pesar de que no se aprecia mucho de ella.
Los retratos infantiles en el Barroco adquirieron una gran relevancia como reflejo del estatus social, la herencia dinástica y la concepción de la infancia en la época. A diferencia de períodos anteriores, donde los niños solían representarse como pequeños adultos, en el Barroco se enfatizó su individualidad y naturalidad, mostrando una mayor expresividad y sensibilidad en sus rostros. Estos retratos no solo eran encargos de la nobleza y la realeza para legitimar su linaje, sino que también capturaban la inocencia y fragilidad de la niñez, en ocasiones con sutiles alusiones a la fugacidad de la vida. Artistas como Velázquez, Van Dyck y Rubens desarrollaron un lenguaje pictórico que combinaba la pompa de la indumentaria con una representación más espontánea, logrando obras de gran impacto emocional y técnico.