Reloj de sobremesa Luis Felipe; Francia, c. 1830.
Bronce dorado, mármol negro belga y porcelana esmaltada.
Posee suspensión de hilo de seda.
Conserva péndulo y llave.
Firmado Samuel Martí (maquinaria).
Medidas: 65 x 38 x 20,5 cm.
Este reloj francés de estilo Imperio es una pieza imponente y dramática, en la que se combinan materiales de alta calidad y una narrativa escultórica audaz, típica de principios del siglo XIX. La base está hecha de mármol negro belga, con un diseño escalonado que le otorga presencia y elegancia. Este tipo de mármol oscuro contrasta magníficamente con los elementos dorados y la escultura en bronce, destacando los detalles de forma majestuosa.
Las patas de este reloj están elaboradas en bronce dorado, diseñadas en forma de hojas de acanto, un motivo clásico del estilo Imperio que aporta un toque de fuerza y dinamismo a la base y que armoniza con los demás apliques en bronce situados en las esquinas o en la zona exterior de la esfera.
La esfera del reloj está situada en la parte superior de la base, en una posición central que permite verla con claridad, rodeada de un borde de bronce delicadamente trabajado. La esfera, de estilo sobrio, posee números romanos en color negro y agujas estilo breguet, manteniendo la elegancia clásica del reloj.
Encima de la esfera, se sitúa un grupo escultórico en bronce que constituye el punto focal de la pieza. La escena representa un combate dramático entre dos caballeros: un jinete, con gesto decidido, está matando a otro caballero que ha caído de su caballo. Este grupo escultórico evoca escenas de heroísmo y conflicto, muy en sintonía con el espíritu bélico y patriótico del estilo Imperio, inspirado en la figura de Napoleón y en la epopeya militar francesa.
Los relojes de bronce de sobremesa del siglo XIX fueron piezas clave en la decoración y el diseño de interiores, además de símbolos de estatus social y refinamiento. Elaborados con gran detalle y a menudo adornados con motivos artísticos, estos relojes no solo servían para medir el tiempo, sino que también reflejaban los avances técnicos y el gusto por la artesanía fina de la época. El bronce, un material duradero y estéticamente apreciado, permitía la creación de formas complejas y elegantes, integrando estilos como el neoclásico o el rococó, lo que los convertía en objetos altamente valorados en las residencias de la alta sociedad.