Reloj de sobremesa Carlos X; Francia, c. 1830.
Bronce dorado y patinado.
Posee suspensión de hilo de seda.
Conserva péndulo y llave.
Presenta faltas.
Medidas: 58 x 45 x 19,5 cm.
Este reloj es una pieza decorativa del siglo XIX que combina elementos de bronce dorado y bronce patinado, típico del estilo neoclásico y de la elegancia francesa de esa época. En el diseño, destaca la figura de Mercurio, el dios romano del comercio y los viajeros, identificado por su casco con alas (aunque aquí las alas están estilizadas en la parte superior de la cabeza) y su caduceo, que sostiene en una mano. La postura de Mercurio es relajada, apoyado contra la estructura del reloj, lo que añade dinamismo y elegancia a la composición.
El reloj en sí está integrado en una base rectangular dorada, adornada con motivos clásicos, como guirnaldas, volutas y otros elementos ornamentales detallados en relieve. A la izquierda del reloj, se observa una representación de un dragón o una cabeza de animal mitológico en dorado, un motivo común en las piezas decorativas de esa época que buscaban evocar la antigüedad clásica. La base también presenta detalles en relieve, incluyendo una medalla central rodeada de guirnaldas, y las patas en forma de figuras mitológicas, como esfinges o criaturas aladas, que le dan una sensación de monumentalidad. La fusión de estos elementos con la figura de Mercurio refuerza el carácter simbólico de la pieza, que seguramente era un objeto de lujo destinado a exhibirse en un salón o estudio elegante del siglo XIX.
Los relojes de bronce de sobremesa del siglo XIX fueron piezas clave en la decoración y el diseño de interiores, además de símbolos de estatus social y refinamiento. Elaborados con gran detalle y a menudo adornados con motivos artísticos, estos relojes no solo servían para medir el tiempo, sino que también reflejaban los avances técnicos y el gusto por la artesanía fina de la época. El bronce, un material duradero y estéticamente apreciado, permitía la creación de formas complejas y elegantes, integrando estilos como el neoclásico o el rococó, lo que los convertía en objetos altamente valorados en las residencias de la alta sociedad.