GERARDO LIZARRAGA ISTÚRIZ (Pamplona, 1905 - Ciudad de México, 1982).
“Bodegón”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 80 x 135 cm; 100 x 154 cm (marco).
Esta pintura de Gerardo Lizarraga es un elegante bodegón que celebra la belleza efímera de las flores. La composición muestra un arreglo de rosas y otras flores delicadas en un ambiente íntimo, cuidadosamente iluminado para destacar las texturas, los colores y las formas. A la izquierda, un jarrón de vidrio verde sostiene rosas de suaves tonos rosados, mientras que a la derecha, un cesto de mimbre alberga flores amarillas y un fondo de hortensias azules que añaden profundidad y contraste cromático.
Los pétalos caídos y dispersos sobre la superficie añaden un toque de realismo y dinamismo a la escena, sugiriendo el paso del tiempo y la fragilidad de la naturaleza. El fondo oscuro y difuminado crea un fuerte contraste con las flores iluminadas, dirigiendo la mirada del espectador hacia los detalles delicados y la vibrante paleta de colores, que va desde tonos pastel hasta sombras más profundas. Lizarraga utiliza pinceladas sueltas pero precisas, evocando una sensación de espontaneidad y vida en el conjunto.
El bodegón, también conocido como naturaleza muerta, ha sido un género clave en la historia del arte desde el Renacimiento. Representa objetos cotidianos —como alimentos, flores o utensilios— para explorar temas como la transitoriedad, la belleza en lo ordinario y el dominio técnico del artista. Este género permite no solo demostrar habilidades pictóricas, como el manejo de la luz y la textura, sino también reflexionar sobre conceptos filosóficos, como la fragilidad de la vida o el paso del tiempo, plasmados en detalles aparentemente simples. En este caso, Lizarraga actualiza la tradición del bodegón con una sensibilidad moderna, mostrando cómo este género sigue siendo relevante como un medio para conectar lo cotidiano con lo sublime.