CARLOS SOBRINO BUHIGAS (Pontevedra, 1885 – Vigo, 1978).
“Cortejo”.
Acuarela sobre papel.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 40 x 48,5 cm; 61 x 71 cm (marco).
Un personaje tocado con boina, arquetipo de campesino gallego, está sentado en las escaleras de una arquitectura ruinosa, que parece un edificio que ha quedado a medio construir. De él solo apenas vemos el rostro atezado por el sol, y sus ojos quedan velados por la visera. La chica de piel arrebolada que ocupa el primer término se gira para mirarlo, creando una narrativa implícita: una interacción humana que queda en suspenso. De la sobriedad de la paleta cromática y de la compartimentación del espacio en torno a la arquitectura residual resulta una escena cautivadora. Sobrino capturaba la cotidianidad rural gallega con un enfoque que mezclaba costumbrismo y romanticismo contenido.
Pintor gallego, discípulo de Àngel Ferrant desde 1902, Carlos Sobrino procedía de una familia de larga tradición artística. Aunque quiso marchar a Madrid para estudiar en la Academia de San Fernando, por motivos familiares decidió finalmente estudiar Comercio. No obstante, más tarde retomará su vocación y estudiará Bellas Artes, siendo discípulo de Alejandro Ferrant y Fischermans. Comenzará entonces a darse a conocer a través de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo galardonado con mención honorífica en 1908 y 1910. En 1915 se alza con tercera medalla por su cuadro “Cristo de Casal Dourado”, y un año más tarde logra la de segunda clase en la Exposición Universal de Panamá por su paisaje urbano “Calle de ciudad gallega”, una obra muy representativa de su pintura. También por estos años celebró importantes exposiciones en el Salón Iturrioz de Madrid (1913) y en el estudio fotográfico de Sáez-Mon en Pontevedra (1917). Además de la pintura, Carlos Sobrino cultivó la ilustración, colaborando con revistas, diarios y editoriales, además de realizar varios carteles. Viajó mucho por Galicia, pintando sus paisajes, su arquitectura popular y sus antiguos rincones. Realizó asimismo proyectos de gran envergadura como la serie de mosaicos de azulejos que realizó en 1927 en colaboración con la empresa sevillana Mensaque Rodríguez, situado en la Alameda de Pontevedra. Está actualmente representado en el Museo de Bellas Artes de La Coruña y en la Colección Afundación, entre otras.