Escuela simbolista francesa; Último tercio del siglo XIX.
“Retrato de dama”.
Acuarela sobre papel pegado a cartón.
Presenta al dorso etiqueta de Goupil.
Firmado “Gustave Moreau”.
Medidas: 40 x 32 cm; 64 x 54 cm (marco).
En este retrato de dama realizado en acuarela se percibe una correspondencia estética clara con los principios simbolistas. La transparencia propia de la acuarela, con sus veladuras suaves y sus transiciones delicadas, contribuye a crear una atmósfera etérea que disuelve los contornos definidos, potenciando la idea de una figura más evocadora que concreta. En este tipo de retrato, la estética simbolista se revela no solo en los elementos formales, sino también en la actitud con que se construye la imagen: la dama no posa para ser representada en términos psicológicos ni sociales, sino para encarnar una visión interior, una figura que trasciende lo individual.
La escuela simbolista francesa, surgida en la segunda mitad del siglo XIX, representa un punto de inflexión en la evolución del arte europeo al proponer una estética centrada en la sugerencia, el misterio y la interioridad, alejándose de las representaciones objetivas y naturalistas que habían dominado el academicismo anterior. Más que describir el mundo visible, los simbolistas aspiraban a evocar estados del alma, paisajes oníricos y verdades espirituales por medio del lenguaje visual, literario y musical. En este contexto, la importancia estilística del simbolismo radica en su capacidad para traspasar los límites de lo tangible. Gustave Moreau, figura central de esta escuela, encarna este impulso introspectivo y visionario con un estilo pictórico que funde el preciosismo decorativo con un profundo sentido alegórico. Sus composiciones, cargadas de detalles minuciosos, colores saturados y elementos orientales o bizantinos, se alejan de la representación realista para proponer un universo autónomo donde lo femenino, lo mitológico y lo simbólico se entrelazan en una iconografía densa y espiritual. Moreau no busca retratar el mundo exterior, sino construir una mitología personal que remita a lo eterno y a lo sagrado. La mujer, en su obra, suele ser una figura enigmática, elevada a la categoría de deidad, de idea o de revelación mística.