Seguidor de FEDERICO DE MADRAZO Y KUNTZ (Roma, 1815 – Madrid, 1894); siglo XIX.
“Retrato de Isabel II”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 129 x 83 cm.
Copia del original de Federico de Madrazo, realizado en 1850 y conservado en la Embajada de España ante la Santa Sede. La pieza representa a la reina Isabel II, en tres cuartos, ladeada ligeramente a la derecha y mirando al espectador, en un interior palaciego. Viste traje de raso azul adornado con encajes y volantes plateados. Luce peinado en bandós aderezado por una diadema de perlas y diamantes de la que prende el velo y lleva un gran collar de perlas. La mesa, vestida con un repostero de terciopelo rojo, muestra un cojín de terciopelo del mismo color aparecen los atributos regios, el cetro y la corona.
Como señala el Museo Nacional del Romanticismo de Madrid en la catalogación una copia similar a la presente obra “Este prototipo de retrato oficial fue uno de los tres que Federico creó de Isabel II, representada a la edad de veinte años, se considera como su imagen más divulgada y de la que se conocen probablemente un mayor número de copias y versiones, tanto del propio Madrazo como de otros pintores de muy diversa calidad, difundiéndose ampliamente en distintas sedes de organismos públicos y también en las colecciones aristocráticas y burguesas de todo el reino”
No es de extrañar que tratándose de un retrato con carácter oficial, Madrazo reprodujese ese modelo en numerosas ocasiones, aunque entre ellas se aprecian ciertas variantes. Es el caso de la posición de la mano izquierda, que en el ejemplar de la Santa Sede aparece recogida a la altura de la cintura (Como aquí), en lugar de apoyada sobre la mesa, o los guantes, que pueden vestir una u otra mano indistintamente, quedando el otro en diferentes posiciones. También el formato puede sufrir variaciones, ya que tanto en la versión de la Santa Sede como la del Museo Nacional de Bellas Artes de la Habana, por citar algunos ejemplos, son de cuerpo entero, mientras que tanto este ejemplar que nos ocupa como otros, están realizados en tres cuartos. En todos ellos el autor confiere a la reina una expresión dulce, estilizando su figura y rasgos, como era habitual en sus retratos de la soberana”.