Escuela española; principios del siglo XIX.
“Marina”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 70 x 88 cm; 87 x 107 cm (marco).
El pintor plasma en esta obra una naturaleza subjetiva, de influencia romántica. Escoge un día tranquilo, buscando una atmósfera dorada que dota a la naturaleza de un especial lirismo. Existe un desarrollo de la profundidad espacial. En los primeros planos la pincelada es densa y precisa, y construye las formas en base al cromatismo, rico y variado, y a los cambios de luces y sombras, sutiles y muy estudiados.
La marina sólo comenzó a convertirse en un género a inicios del Renacimiento, con la difusión del paisaje como género autónomo. Los paisajes marinos puros, sin embargo, no se divulgarían hasta el siglo XVII, especialmente en la pintura holandesa, siendo un reflejo del potentísimo comercio exterior y la gran flota naval de Holanda. Estos mismos motivos incitarían al cultivo de los paisajes marinos en la pintura británica. Más tarde, el romanticismo recuperó el tema del mar y la costa, especialmente en sus vertientes más tempestuosas. Alemanes e ingleses sobresalieron en la representación de mares embravecidos o solitarios y místicos acantilados. En el siglo XIX el mercado del arte se amplió notablemente y la pintura de género, y especialmente la de paisajes, gozó de un gran éxito en los ambientes burgueses. La generalización de la pintura a plein air, por otra parte, favoreció que paseos, playas y puertos se llenaran de pintores de caballete inmortalizando escenas marítimas. Los paisajes marinos puros fueron un reflejo del potentísimo comercio exterior y la gran flota naval de Holanda. En la pintura de marinas, los artistas optaron muy a menudo por vistas turbulentas, presididas por cielos grises, tormentosos, y navíos enfrentándose a los elementos.