Escuela francesa; siglo XIX.
“Dama”.
Pastel sobre papel.
Medidas: 60 x 45 cm; 70 x 57 cm (marco).
El retrato en la pintura francesa del siglo XIX ocupó un lugar central en la evolución del arte y la sociedad de la época. Su importancia radicó en varios factores que abarcan desde la consolidación de la identidad individual y colectiva hasta su papel en la transformación del mercado del arte y la influencia de los movimientos pictóricos que marcaron el siglo.
En primer lugar, el retrato fue un medio privilegiado para la afirmación del individuo en una sociedad en plena transformación. Con el auge de la burguesía y la consolidación de nuevas élites económicas tras la Revolución Francesa, el deseo de perpetuar la imagen personal o familiar se convirtió en una necesidad cultural y social. La representación de figuras ilustres, desde políticos y escritores hasta empresarios y científicos, consolidó la importancia del retrato como testimonio visual de una época de cambios profundos.
Además, el desarrollo del retrato estuvo íntimamente ligado a la evolución de los estilos artísticos. En la primera mitad del siglo, el academicismo y el neoclasicismo, representados por artistas como Jean-Auguste-Dominique Ingres, exaltaban la idealización de la figura humana y la precisión en el dibujo. Con el tiempo, la llegada del romanticismo de Eugène Delacroix introdujo una mayor expresividad y dinamismo en la representación de los sujetos, reflejando la agitación emocional y política del momento.
La aparición de la fotografía en la segunda mitad del siglo también influyó en la pintura, obligando a los pintores a redefinir su enfoque y a buscar nuevas formas de expresión pictórica para diferenciarse del realismo fotográfico.