JOSÉ MURILLO BRACHO (Sevilla, 1827 – Málaga, 1882).
Sin título.
Óleo sobre lienzo.
Presenta leves restauraciones, repintes y marcas en la capa pictórica.
Firmado y localizado (Málaga).
Medidas: 85 x 75 cm.
Durante el siglo XIX el género del bodegón ocupaba un lugar destacado dentro de las artes visuales, especialmente en Europa. Este tipo de pintura no solo celebraba la belleza de los objetos cotidianos, sino que también era un vehículo simbólico cargado de significado. Representaba la fugacidad de la vida y la temporalidad de los placeres terrenales, a menudo evocando conceptos como la abundancia, la virtud del trabajo agrícola o incluso la vanitas, recordándonos la inevitabilidad de la muerte.
Aunque sevillano de nacimiento, a José María Bracho Murillo se le considera perteneciente a la escuela malagueña. Vivió hasta 1876 en Sevilla, y allí estudió en la Academia de Nobles Artes de Santa Isabel de Hungría, logrando en ella en 1844, a la edad de diecisiete años, el primer galardón en las clases de Modelo en Yeso y Trozos. Entre sus profesores de entonces se encuentra el célebre pintor Antonio María Esquivel, quien llegaría a ser su maestro. Ejerce como profesor de dibujo en Cádiz a mediados de siglo, encargando en 1854 precisamente a Esquivel la realización de dos grandes obras de desnudos: “La casta Susana” y “La mujer de Putifar”. También fue profesor de dibujo lineal y de figura en el Instituto de Jerez de la Frontera, participando en las Exposiciones locales de 1858 y 1862, en las que logra medalla de plata. Parece ser que por entonces envía también obras a la Nacional de Madrid. Más tarde participará en la Nacional de 1871, siendo elogiado por la crítica con frases como “Mereces por tu primor que te echemos una flor” (Ramos Carrión). En 1876 se halla en Málaga, donde la Academia de Bellas Artes de San Telmo lo contrata como profesor y adquiere varios de sus cuadros como material didáctico para la clase de colorido. En 1877 presenta varios bodegones y cuadros de frutas en la exposición celebrada con motivo de la visita a Málaga del rey Alfonso XIII. En esta ocasión, el monarca oye de boca del maestro Ferrándiz que Murillo Bracho “pinta con la maestría de un profesor y la precisión y la conciencia de un amante de la naturaleza. Las flores son de verdad, sin que su realismo nos ofenda”. Algunas de sus obras expuestas en esta ocasión serán adquiridas posteriormente por el Ayuntamiento de la ciudad. En 1878 participa de nuevo en la Nacional, con varios cuadros de flores, uvas y otras frutas. Ese mismo año participa en la Exposición Universal de París. Pese a su deteriorada salud, Murillo Bracho participa con varios de sus cuadros en la Exposición local de 1880. En la obra de Murillo Bracho siempre predominaron sus dos temáticas predilectas, las uvas y las flores, plasmadas a través de un lenguaje purista que recuerda épocas pasadas por su equilibrio, ponderación y buen hacer. Su pintura está basada en la fidelidad real de los objetos a representar, siempre ricos en su cromatismo y de aspecto atractivo y elegante. Murillo Bracho está actualmente representado en el Museo Municipal de Málaga.