JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA (Valencia, 1863 – Cercedilla, Madrid, 1923).
"Corrida de toros".1897.
Óleo sobre cartón fino con imprimación blanca adherido a cartón de fabricación francesa.
Firmado, dedicado a Pedro Gil Moreno de Mora y fechado en el ángulo inferior derecho.
Adjunta certificado emitido por Blanca Pons Sorolla.
Se conserva fotografía de esta obra en el Archivo Fotográfico del Museo Sorolla.
Obra inventariada en el Catálogo Razonado del artista con el número BPS 3480.
Medidas: 25,3 x 35,5 cm.; 44,5 x 54,5 cm.(marco).
El óleo "Corrida de toros" es una obra temprana de Sorolla, en la que su estilo vibrante es ya inconfundible, aunque por entonces se interesaba sobre todo por temas costumbristas y populares, todavía no vinculados a la luz del mediterráneo. Captura aquí con maestría la esencia dramática de la tauromaquia, destacándose la rauda pincelada y su capacidad para sintetizar el movimiento y la emoción de la lidia con gran economía formal. El toro embiste con ímpetu la capa roja que sostiene el torero, quien se inclina hacia el animal con un gesto hábil y seguro. El banderillero, detrás del toro, asume una posición estratégica para hundir en el lomo sangrante una puntilla cuyo filo destella con dramatismo. Este personaje, con el rostro desencajado por el movimiento veloz de su cuerpo, parece diluirse en un puro pálpito impregnado de fiereza. Tres personajes tocados con montera se encuentran de pie, en segundo término, pero dentro del ruedo. Con los brazos en jarras, observan atentamente el enfrentamiento, lo que añade un toque teatral que contrasta con el dramatismo de la puesta en escena. El ruedo domina la composición, eclipsando el espacio de las gradas, que se reducen a manchones que lindan con la abstracción. Los rojos intensos de la capa y de la sangre contrastan con los ocres cálidos de la arena, equilibrados por las blusas blancas y los toques verdes de las chaquetillas. Sorolla huye de la espectacularización del toreo, e incluso ignora al público. Lo que le interesa es comunicar una atmósfera cargada de emociones contradictorias relativas a la exaltación anímica y a la violencia inherente al rito. Pintado en 1897, este óleo pertenece a los primeros años de la carrera de Sorolla, cuando exploraba temas relacionados con las tradiciones españolas. Aunque más tarde Sorolla se haría célebre por sus representaciones luminosas de la vida mediterránea, obras como "Corrida de toros" demuestran su interés inicial por la cultura y el folclore, abordados con un pulso sin parangón.
Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla demostró su afición por el dibujo y la pintura, asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al terminar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresó en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, en 1879. Asimismo, durante sus visitas a Madrid, realizadas en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que estimuló para solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Logrado su objetivo, en 1885 Sorolla parte para Roma, permaneciendo antes de llegar varios meses en París. En la capital francesa quedó impresionado por las pinturas de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al terminar sus años en Roma regresa a Valencia en 1889, instalándose al año siguiente en Madrid. En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose en problemas sociales al representar la triste escena de “¡Otra Margarita!”, premiada con medalla de primera clase en la Nacional, y al año siguiente en la Internacional de Chicago. Esta sensibilidad permanecerá en su obra hasta el fin de la década, en sus representaciones de la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonará los temas de niños desdichados que vemos en “Triste herencia”, que había sido premiada en la Exposición Universal de París de 1900 y en la Nacional de Madrid un año después. Animado por el éxito de sus resplandecientes imágenes del Mediterráneo, y estimulado por su amor a la luz y a la vida de sus soleadas playas, centró en dichas escenas sus obras, más alegres y agradables, con las que logrará fama internacional. En 1906 celebró su primera exposición individual en la galería George Petit de París, y en ella demostró también sus habilidades como retratista. En 1908 el norteamericano Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, pretendió adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año después invitaría él mismo a Sorolla a exponer en su institución, siendo el resultado una muestra en 1909 que cosechó enorme éxito. La relación entre Huntington y Sorolla dio lugar al encargo más importante de la vida del pintor: la creación de los inmensos lienzos destinados a ilustrar, en las paredes de la Hispanic Society, las regiones de España. Tratando de captar la esencia de las tierras y gentes de su país, Sorolla recorrió España entre 1911 y 1919, sin dejar por ello de celebrar exposiciones. Incapacitado por un ataque de hemiplejía en 1921, Sorolla falleció dos años después, sin ver expuesta su gran “Visión de España”, que no sería instalada hasta 1926. Actualmente está representado en el Museo del Prado y el que lleva su nombre en Madrid, el Metropolitan de Nueva York, el de Orsay en parís, el J. Paul Getty de Los Ángeles, los de Bellas Artes de Bilbao y Valencia, la National Portrait Gallery de Londres y muchos otros.