Atribuido a EUGENIO LUCAS VELÁZQUEZ (Madrid, 1817 – 1870).
Sin título.
Óleo sobre lienzo.
Presenta pérdidas en la capa pictórica.
Medidas: 61 x 51 cm; 75 x 56 cm (marco).
El autor de esta obra nos brinda una obra de herencia claramente romántica, protagonizada por un gripo de bandoleros que descansan en el interior de una cueva. La obra se enmarca plenamente dentro de la corriente regionalista española, aun firmemente anclada en la estética del siglo XIX, donde la reivindicación de lo español no se limita a la temática, sino que afecta también al aspecto técnico: vemos una factura empastada y deshecha, rica en materia y también en detalle, que refleja los brillos de las telas del mismo modo en que lo hacía Diego Velázquez, gran referente junto a Francisco de Goya para una escuela española decimonónica que redescubre la modernidad de sus antiguos maestros.
La pieza recuerda en gran medida a la producción de Eugenio Lucas Velázquez. Mencionado desde el siglo XIX como Eugenio Lucas Padilla, o Eugenio Lucas el Viejo, fue el artista romántico español que mejor supo entender el arte de Goya. Formado en el neoclasicismo de la Academia de San Fernando, pronto da un giro a su formación y se dedica a estudiar a Velázquez y, sobre todo, a Goya, cuyas obras admira y copia en el museo del Prado. En la pintura de Goya, Lucas Velázquez halló el punto de partida para desarrollar una pintura personal imaginativa, de visiones fantásticas y pasiones desatadas, dentro del más puro estilo romántico. También de Goya toma la temática, y pintará escenas de la Inquisición, aquelarres, romerías y toros. Además pintó, en el año 1850, el techo hoy desaparecido del Teatro Real de Madrid, y más adelante fue nombrado pintor honorario de cámara y caballero de la orden de Carlos III por la reina Isabel II. Como buen romántico, realizó varios viajes, entre los que destacan sus estancias en Italia, Marruecos y París. Sus obras se caracterizan por la utilización de una pincelada briosa y de factura desenvuelta, sin preocupaciones dibujísticas, con una materia densa y empastada de gran riqueza cromática y con la presencia de fuertes claroscuros. Alcanzó gran éxito como pintor costumbrista y de escenas de carácter fantástico y siniestro, si bien es cierto que también fue un excelente paisajista y retratista. Su obra se halla muy bien representada en el museo del Prado, y también en otros centros como el museo de Bellas Artes de Bilbao, el museo Nacional de Arte de Cataluña, el museo Lázaro Galdiano, el Museo Británico, el Metropolitan de Nueva York y el museo Goya en Castres (Francia).