Escuela napolitana del siglo XVII. Círculo de GIOVANNI BATTISTA RUOPPOLO (Nápoles, 1629 – 1693).
Naturaleza muerta con frutas.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 100'5 x 47 cm.; 112'5 x 59 cm. (marco).
El pintor ha dispuesto sobre una alargada superficie un plato de cerámica lleno de higos, a cuyo alrededor se distribuyen otras frutas. Granadas, melocotones y algunas flores completan la composición. Las frutas, pintadas con minuciosidad y realismo, con cálidos tonos rojizos y anaranjados, además de algunos violáceos, están suavemente iluminadas por un foco de luz externo a la composición, frontal. Esta iluminación, algo teatral, las hace destacar contra un fondo prácticamente monocromo, de tono terroso. Tanto la composición como el tratamiento de la luz y del color permiten inscribir esta pieza en la escuela napolitana del siglo XVII, y atribuirla, más concretamente, a Giovanni Battista Ruoppolo. Este pintor, discípulo de Paolo Porpora (1617-1673) dedicó buena parte de su carrera a la pintura de naturalezas muertas, un género que nace en tiempos del barroco, alcanzando una gran popularidad. Aunque no fuera el género pictórico más apreciado por los tratadistas y académicos, interesados siempre por la pintura de historia, mitología o tema religioso, burgueses y aristócratas de toda Europa, pero especialmente en Flandes, los Países Bajos, España y el sur de Italia, se sintieron extraordinariamente atraídos por la pintura de objetos de la realidad cotidiana, que encargaron para adornar sus estancias. Frutas y flores, acompañados en ocasiones de piezas de caza, objetos ornamentales (piezas de cerámica, cristal o metal, relojes, joyas) y libros se convirtieron así en protagonistas de espléndidas composiciones que alcanzan en ocasiones un alto grado de verismo y que ocultan, en ocasiones, un significado simbólico, reflexiones sobre el paso del tiempo, la vida y la muerte o incluso cuestiones religiosas. La naturaleza muerta presenta, en los diferentes territorios en los que se cultiva, características particulares. En el caso de Nápoles se trata de un género vinculado a la pintura derivada de Caravaggio y también, en buena medida, a la escuela del siglo de oro español. Se caracteriza, así, por su contención formal frente a la naturaleza muerta flamenca, con fondos oscuros, que dotan de cierta aura de misterio a la composición, y una iluminación violenta, teatral. Giovanni Battista Ruoppolo presenta, en su juventud, a la que podría pertenecer la obra que presentamos, una marcada inclinación hacia el tratamiento “tenebrista”, “caravaggista”, de la luz, aunque más tarde evolucionaría hacia composiciones más decorativas.