FRANS FRANCKEN II "El joven" (Amberes, 1581 – 1642).
“El escarnio de Cristo”.
Óleo sobre cobre.
Medidas: 36 x 28,5 cm.
Este óleo sobre cobre, atribuido a Frans Francken el Joven, representa el escarnio de Cristo, una escena cargada de dramatismo y simbolismo religioso. La composición central muestra a Cristo semidesnudo, cubierto únicamente por un manto rojo sobre su hombro, sentado sobre una plataforma mientras es rodeado por un grupo de figuras que lo increpan y ridiculizan. La expresión serena y resignada de Jesús contrasta con los gestos airados y burlones de los personajes que lo rodean, reforzando la sensación de injusticia y sufrimiento.
El fondo oscuro de la escena principal acentúa la sensación de encierro y angustia, mientras que la luz incide en el cuerpo de Cristo, resaltando su presencia como foco central de la obra. La composición se enmarca dentro de una estructura más amplia que incluye pequeñas escenas monocromáticas en tonos sepia y gris, organizadas en los márgenes del cuadro. Estas viñetas representan episodios clave de la Pasión de Cristo, como la Crucifixión, la Flagelación y la Piedad, reforzando la narrativa visual y conectando el escarnio con el destino final del Salvador.
En la parte superior, se observa la figura de Dios Padre, quien mira desde los cielos con expresión de solemnidad y autoridad, reforzando la dimensión divina de los acontecimientos. La técnica de pintura sobre cobre, característica de la escuela flamenca del siglo XVII, permite una gran riqueza en los detalles y un tratamiento minucioso de la luz y la textura, cualidades distintivas de Frans Francken el Joven y su taller.
Este tipo de composiciones eran habituales en el arte flamenco de la época, no solo por su calidad pictórica, sino por su función didáctica y devocional. La obra invita a la meditación sobre el sacrificio de Cristo, enfatizando su sufrimiento físico y moral a través del lenguaje visual propio del barroco temprano.
La obra se encuentra inscrita dentro del barroco flamenco, además por sus características se atribuye a Frans Francken II. El más fructífero de su familia de pintores, se formó con su padre, Frans Francken I, y en 1605 ingresó en el Gremio de Pintores de San Lucas de Amberes, iniciando así una carrera que llegaría hasta 1640, en la que se especializó en la pintura de gabinete. Su aportación en este género fue de gran importancia, influyendo en artistas como Teniers. Su estilo parte del de Jan Brueghel de Velours, aunque también denota fuertes influencias de su padre y su tío, Hieronimus Francken. En sus primeras obras se aprecian deudas con el manierismo y la pintura del siglo XVI, tanto en la estructura de las composiciones como en el ritmo y la expresión de sus figuras. Incluyen, asimismo, referencias evidentes a la obra de artistas italianos como Rafael, Veronés o Zuccaro. Del mismo modo, se ha demostrado la utilización de estampas de Durero y Lucas de Leyden para algunas de sus figuras. Además de pintura de gabinete, Francken plasmó temas mitológicos y bíblicos, algunas obras de altar y, en colaboración con otros artistas, pintó las figuras en paisajes o escenas de interior de Tobias Verhaecht, Joos de Momper II, Pieter Neefs o Paul Vredeman de Vries, entre otros. Actualmente está representado en las más destacadas pinacotecas del mundo, como el Museo del Prado, el Louvre, el Museo Real de Bellas Artes de Amberes, el Kunshistorisches de Viena, el Hermitage de San Petersburgo y la Royal Collection de Londres, entre muchos otros.