Atribuido a PIER FRANCESCO CITTADINI ( Italia, 1616–1681).
“Virgen en orla de flores”.
Óleo sobre lienzo.
Adjunta informe expedido por Don Ismael Gutiérrez Pastor.
Medidas: 75 x 61 cm; 110 x 93 cm (marco).
En el centro de una detallada orla de flores, se inscribe la figura de la Virgen. Esta dirige su mirada al cielo, y une sus manos ante el pecho en actitud orante y devoción, gestos característicos de las representaciones marianas. El fondo monumentaliza la figura de la protagonista, que viste túnica y manto con los colores habituales; rojo y azul en alusión a la pasión de Cristo, el sacrificio y la universalidad, valores propios del cristianismo. Es reseñable mencionar la orla de flores, que destaca por su variedad, colorido y fidelidad a la realidad. Una de las flores que se puede apreciar es un tulipán, una flor muy apreciada durante el barroco, que se consideraba una rareza. Cabe señalar que, en este tipo de composiciones, las flores no son simplemente un elemento secundario, o accesorio, sino que están trabajadas con el mismo cuidado, y con la misma calidad que la imagen religiosa. De hecho, en ocasiones evidencian incluso una mano más hábil, ya que a menudo estas obras eran fruto de la colaboración de un pintor de flores y otro especializado en la figura humana. En esta obra en concreto se puede apreciar una gran maestría, tanto en la composición floral, como en la escena recogida en su interior. La obra adjunta un informe informe realizado por el especialista en arte Barroco y Renacentista Don Ismael Gutiérrez Pastor en el que la atribuye a Pier Francesco Cittadini.
Cittadini nació en Milán, si bien desarrolló su carrera principalmente en Bolonia. Inició su formación como discípulo de Daniele Crespi, pero tras su muerte en 1630 se trasladó a Bolonia. Allí llega con menos de veinte años, y continúa su formación bajo la guía de Guido Reni. Este maestro influenció profundamente a Cittadini especialmente en sus primeras obras, como evidencian “Martirio del protomártir” (1637), “La flagelación” y “La coronación de espinas”, pinturas realizadas para la Santo Stefano de Bolonia. Tras la muerte de Guido Reni, el pintor emprendió un largo trabajo de recuperación de la tradición boloñesa, partiendo del gusto carraccesco. La obra “La caída de Saulo”, pintada en 1645, evidencia este acercamiento. Entre 1646 y 1650 trabajó en Roma, donde frecuentó los círculos de artistas franceses y flamencos que practicaban la pintura de género. En estos momentos su arte evidencia una clave más naturalista, y empieza a centrarse en la realización de paisajes y bodegones. Será ahora cuando logre obtener encargos por parte de Luis XIV de Francia, gracias sobre todo al éxito alcanzado con sus naturalezas muertas y paisajes. Posteriormente, entre 1650 y 1652, participará en la decoración de la Villa Estense en Sassuolo. Fue también un apreciado retratista, atento en la observación y delicado en la entonación cromática, como evidencian “Caballero con coraza y pañuelo rojo” (Fondazione Cariplo) y “Doble retrato (Antonio y Agostino Azzurrini di Faenza)” (Pinacoteca Civica di Forli). No obstante, fue especialmente significativa su labor como bodegonista, con obras en las que se une su inclinación naturalista con una fina sensibilidad para la decoración. De hecho, dentro de su producción de bodegones encontramos la obra más importante de Cittadini, una serie de cuatro pinturas de las estaciones, que revelan la influencia de Domenichino y de la atmósfera nórdica propia de Swanevelt. Sus hijos, Giovanni Battista y Carlo Cittadini, fueron también pintores. Actualmente está representado en las colecciones mencionadas y también en la Galleria Nazionale d’Arte Antica de Trieste, entre otros museos de importancia tanto italianos como extranjeros.