Escuela española; principios del siglo XVII.
“San Marcos”.
Óleo sobre tabla. Engatillada.
Medidas: 80 x 53 cm; 89 x 68 cm (marco).
Pintura devocional que representa a san Marcos como evangelista, vestido con túnica se muestra al espectador escribiendo un gran libro que sostiene ante él, su vista baja hacia las escrituras y pensativa es ajena a la mirada del espectador. Tras él, en un segundo plano, se encuentra el león propio de su iconografía. Se trata de una imagen contemplativa y didáctica, netamente contrarreformista y también por ello trabajada con naturalismo y con un acusado carácter monumental.
San Marcos Evangelista es considerado tradicionalmente el autor del Evangelio que lleva su nombre, y el fundador y primer obispo de la Iglesia de Alejandría. Suele asimismo identificársele con Juan, llamado Marcos, personaje que aparece varias veces en los “Hechos de los Apóstoles”. San Marcos no fue discípulo directo de Jesús, por lo que basó su relato evangélico, según la tradición, en las enseñanzas de Pedro. Este Santo es asociado con el león porque su Evangelio comienza hablando del desierto, y precisamente este animal era considerado el rey del desierto. Además, en este principio de su relato Marcos habla del río Jordán, en torno al cual vivían distintas fieras, el león entre ellas. También se dice que Marcos es el león porque su Evangelio se inicia hablando de Juan el bautista como “Voz que clama en el desierto”, voz que sería como la del león.
La pintura barroca española es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La pintura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática preferente de la escultura española de este período, que parte en las primeras décadas del siglo de un prioritario interés por captar el natural, para ir intensificando progresivamente a lo largo de la centuria la plasmación de valores expresivos.