Escuela española; siglo XVII.
“Virgen de la leche”.
Óleo sobre cobre.
Medidas: 19 x 14,5 cm; 24 x 20 cm (marco).
La delicadeza de esta obra se aprecia especialmente en los rostros de rasgos finos de los dos protagonistas. Este mismo cuidado en los detalles y la elegancia de las formas llega a todos los aspectos que componen la escena, especialmente a la representación del nimbo de santidad de la Virgen. El autor ha utilizado una composición clásica, piramidal que centra la atención del espectador en la imagen delicada y tierna que se desarrolla entre la Virgen y el Niño. Una escena de intimidad absoluta, que trata de trasmitir un acto de la vida común tanto para el hijo de Dios, como para el fiel que observa la obra.
La representación de la Virgen amamantando al niño Jesús es mencionada por el papa Gregorio Magno, un mosaico con esta representación que probablemente data del siglo XII se encuentra en la fachada de la Basílica de Santa María in Trastevere, aunque unos otros cuantos ejemplos de la temprana Edad Media aún sobreviven. Se considera que esta advocación puede ser un sincretismo de las diosas-madre, en particular de la diosa Isis amamantando a Horus y, probablemente las primeras imágenes aparecieron en el arte copto. La Gruta de la Leche es un lugar en Belén, muy cercano a la Basílica de la Natividad, donde la tradición dice que la Virgen amamantó al Niño, y una gota se derramó sobre una roca, que cambió su color, haciéndose blanca. Debido a esto, piedras de la gruta (formadas de carbonato de calcio), eran consideradas reliquia en los primeros siglos pues, al diluirlas en agua, ésta tomaba aspecto de leche. El santuario levantado en este lugar es utilizado por las mujeres que piden a la Virgen les mejore la calidad de su leche materna. Un tema dentro de la hagiografía cristiana vinculado a la Virgen lactante es el de Lactatio Bernardi, según el cual la virgen se le apareció en sueños a un monje y, al darle de su leche, le otorgó algún don milagroso.