Escuela italiana; c. 1600.
“Martirio de San Pedro”.
Óleo sobre cobre.
Posee marco de época.
Medidas: 22 x 16,5 cm; 31,5 x 27 cm (marco).
Imagen devocional bañada en una luz intensa y cálida. En el centro de la composición, San Pedro, el primer Papa, es crucificado de cabeza, tal y como dicta la tradición. Su cuerpo se muestra de un modo idealizado sin estar marcado por la edad y el sufrimiento. La cruz, tosca y desgastada por el tiempo, se alza sobre un paisaje de gran intensidad, sugiriendo un lugar incierto y atemporal. A los pies de la cruz, se agrupan tres personajes responsables del martirio.La paleta cromática del cuadro es rica y contrastada. La luz, que incide directamente sobre la figura de San Pedro, crea un halo luminoso que lo separa del resto de los personajes y lo convierte en el centro de atención.
La representación del martirio de San Pedro era un tema recurrente en la pintura religiosa del siglo XVII. Este episodio de la vida del apóstol, narrado en los Hechos de los Apóstoles, simbolizaba la fidelidad a Cristo y la disposición a sufrir por la fe. Al representar la crucifixión invertida, el artista subrayaba la humildad y la grandeza de San Pedro, quien, como el primer Papa, había sido llamado a confirmar a sus hermanos en la fe.
Además de su significado religioso, estas pinturas tenían una función didáctica y propagandística. A través de imágenes impactantes y emotivas, los artistas buscaban conmover a los fieles y reforzar su devoción. La figura de San Pedro, como fundador de la Iglesia, se convertía en un modelo a seguir para los cristianos de todas las épocas.