Escuela flamenca; principios del siglo XVII.
“Paisaje”.
Óleo sobre tabla.
Posee marco del siglo XIX.
Medidas: 16 x 13 cm; 22 x 20 cm (marco).
Escena paisajística donde destaca la presencia de un camello situado en la zona izquierda en la composición, mientras que en el centro se disponen varios personajes con unos caballos. El paisaje permitía al espectador disfrutar de escenas naturales idealizadas, que evocaban tranquilidad y belleza en espacios íntimos. Este tipo de obras solía inspirarse en la tradición del paisaje holandés y flamenco del siglo XVII, con escenas que no solo capturaban la naturaleza, sino que también transmitían estados de ánimo mediante el uso del color y la luz. El formato pequeño requería una gran precisión y maestría técnica, lo que hacía de estas piezas verdaderos logros artísticos.
Además, en un mundo donde entre la aristocracia europea, estos paisajes podían servir como recordatorios de lugares visitados o como imágenes ideales de un mundo pastoral y ordenado. La miniatura, por su portabilidad, también ofrecía una experiencia personal y contemplativa, acercando al observador a la naturaleza, incluso en contextos urbanos o alejados de ella.