Escuela española; finales del siglo XVIII.
“La trinidad”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 64 x 44 cm; 72 x 51 cm (marco).
Sobre un fondo indeterminado que apenas se aprecia por el gran tamaño de las figuras, detalle que les da mayor protagonismo, se sitúan los tres protagonistas de la obra. En el centro, inmersa en luz, la paloma del Espíritu Santo. A la izquierda, mostrando signos de la Pasión, Cristo, con un manto rojo. A la derecha, Dios Padre, apoyando uno de sus brazos sobre el orbe y con un bastón de mando.
La pintura española es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La pintura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos.