Escuela holandesa; primera mitad del siglo XVII.
“Pareja de floreros”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta firma apócrifa “Jan Van der Hamen”
Medidas: 102 x 49 cm; 68 x 109 cm (marco).
Ante nosotros se presentan dos óleos que evidencian la riqueza y la delicadeza de las naturalezas muertas características de la escuela holandesa del siglo XVII. Estas composiciones muestran arreglos florales exuberantes, contenidos en copas ornamentadas que reflejan la riqueza de la época y el virtuosismo técnico del artista.
En ambas pinturas, los floreros tallados, casi idénticos, actúan como la base que sostiene la profusión de flores. Cada obra se caracteriza por una disposición vertical y simétrica, lo que dirige la mirada hacia el dinamismo y la variedad de los elementos florales. El fondo neutro intensifica el contraste con los tonos vivos y las texturas de las flores, logrando un efecto tridimensional y vibrante.
En el óleo de la izquierda, predominan tonos claros y rosados, que se alternan con amarillos cálidos y azules pálidos. La composición incluye flores como peonías, tulipanes y pequeñas campanillas azules, dispuestas de forma armoniosa. La atención al detalle es palpable en los pétalos delicadamente sombreados, los reflejos suaves y la manera en que las hojas enmarcan las flores centrales.
En el óleo de la derecha, los tonos cálidos, como los naranjas y rojos, se hacen más prominentes, equilibrados por flores en tonos blancos y rosados más suaves. Las formas de las flores son similares, pero el cambio en la paleta cromática confiere a esta pieza una sensación de calidez y dramatismo, en contraste con la frescura de la primera obra. Las hojas oscuras, que enmarcan la composición, destacan con su textura precisa, reforzando el carácter naturalista del conjunto.
En ambas piezas, no solo se representan flores ideales, sino también pequeños detalles de realismo, como pétalos caídos y hojas ligeramente marchitas que yacen sobre la superficie dorada donde reposan los floreros. Esto aporta un sentido de vida efímera, un elemento característico de las vanitas, comunes en el arte holandés de la época.
A nivel formal destaca asimismo la pincelada netamente flamenca pero ya evolucionada en el sentido dinámico del barroco, un toque de pincel apretado, preciso y muy controlado, mutable, que se adapta a la representación no sólo de las texturas diferentes, sino también de los sutiles cambios de luz.
Este estilo mencionado, sumado a ciertos detalles como por ejemplo los elementos, acercan esta obra al taller de Ambrosius Bosschaert pintor de bodegones y marchante de arte neerlandés nacido en Flandes. Se le reconoce como uno de los primeros pintores que crearon bodegones florales como género independiente y por fundar una dinastía de pintores dedicados a la pintura de flores. Nació en Amberes, donde comenzó su carrera, pero pasó la mayor parte de ella en Middelburg. A los veintiún años ingresó en la Cofradía de San Lucas de la ciudad, de la que llegó a ser decano. Inició una tradición de pintar detallados ramos de flores, que solían incluir tulipanes y rosas, e inspiró el género de la pintura holandesa de flores. Gracias al floreciente mercado del arte holandés del siglo XVII, alcanzó un gran éxito.