Escuela española o novohispana; siglo XVII.
“Virgen de la soledad”.
Óleo sobre lienzo.
Conserva tela original.
Presenta restauraciones en la superficie pictórica.
Medidas: 145 x 104 cm.
Inscrita entre dos cortinajes se muestra la Virgen, devota, con las manos en el pecho, en actitud orante, y lágrimas en los ojos. La teatralidad de la escena, denotada por las cortinas que enmarcan la escena a modo de escenario, sumada a la sobriedad del resto de elementos que viene marcada por los colores, blanco y negro, o la estricta simetría, hacen de esta imagen una escena devocional que trata de enternecer al fiel y aleccionarlo respecto a la doctrina cristiana. Mostrando a una madre sufridora, que llora, pero que aún así mantiene el rostro hierático, apacible inmutable. Nuestra Señora de la Soledad es una variante de advocación de la Virgen María del título de Nuestra Señora de los Dolores. Aunque el modelo instituido por Gaspar Becerra en su Virgen de la Soledad del convento de la Victoria diera lugar a una iconografía característica y "singularmente española" de esta advocación que se extendió por todo el orbe cristiano, tiene sus raíces en la difusión por toda Europa, gracias sobre todo a los Servitas, del culto a Nuestra Señora de los Dolores, ya que la Soledad de María es el último de los Siete Dolores de la Virgen María. La Virgen de la Paloma es una advocación mariana propia de la ciudad de Madrid, y su imagen se encuentra en el centro del retablo de la parroquia de la Virgen de la Paloma y de San Pedro el Real. Según el informe escrito en 1791 por el alcalde de Madrid, el marqués de Casa García Postigo, el lienzo, una representación de Nuestra Señora de la Soledad, fue hallado o regalado a unos niños en un solar contiguo a la calle de la Paloma, en 1787. La obra fue entonces recuperada por Isabel Tintero, quien la limpió y enmarcó, colocándola en el portal de su casa. Se le atribuyeron pronto varios milagros a la imagen, por lo que su culto se extendió rápidamente, y en 1795 se construyó una capilla para albergarla. La que aquí presentamos es una copia fiel, aunque parcial, del lienzo original, que muestra a María con gesto de dolor, vestida de luto y ornada con una corona de plata.
Cabe citar que, durante la dominación colonial española, se desarrolló una pintura principalmente religiosa, destinada a cristianizar a los pueblos indígenas. Los pintores locales tenían como modelo las obras españolas, que seguían de forma literal en cuanto a tipos e iconografía. Los modelos más frecuentes fueron los ángeles arcabuceros y las vírgenes triangulares, sin embargo, en los primeros años del siglo XIX, ya en tiempos de la independencia y apertura política de algunas de las colonias, varios artistas comenzaron a representar un nuevo modelo de pintura con una identidad propia.