BARTOLOMÉ PÉREZ DE LA DEHESA (Madrid, h. 1634-1698).
“Floreros”.
Óleo sobre lienzos. Reentelados.
Adjunta informe de don Enrique Valdivieso.
Presentan faltas en la superficie pictórica.
Medidas: 98 x 76 cm (x2); 122 x 99 cm (marcos, x2).
Nos encontramos frente a dos obras de Bartolomé Pérez de la Dehesa, de igual temática. En ambas pinturas los jarrones se ven llenos de densos y variados ramos de flores de alegre colorido, efectuados a partir de densas pinceladas. De marcada verticalidad, se trata de imaginativas composiciones con las que se preludia la llegada del rococó, en las que se rompe con la simetría y se tiende al horror vacui. En ellas, las flores aparecen todavía plenas, voluminosas, en todo su esplendor, como será propio del barroco (en el rococó, en cambio, las flores se preferirán a medio abrir, no tan plenas). Sin embargo, los jarrones se sitúan en el centro estricto del cuadro, contenidas en trabajados jarrones, sobre pedestales y ante un fondo oscuro sobre el que se recortan las flores, vivamente iluminadas. Sin embargo, la disposición de las flores ha perdido ya el estricto rigor y la austeridad del barroco naturalista. Lumínicamente, destaca el hecho de que el el artista haya concentrado las flores de colores claros en un mismo punto, convirtiendo así las luminosas flores en alicientes cromáticos que resaltan en la composición y llaman la atención el espectador.
Especializado en el género floral, Dehesa alcanzó inusual maestría en este tipo de obras. Este pintor madrileño recibió numerosos encargos cortesanos. Bartolomé Pérez Dehesa se formó con Juan de Arellano, quien más tarde se convertiría en su suegro, al casarse con su hija Juana en 1663. Se especializó en la pintura de flores y guirnaldas, incluyendo en estas últimas escenas religiosas y representaciones de santos. El Museo del Prado posee veintitrés obras de este tipo procedentes de la colección real, del Museo de la Trinidad y de la donación de la duquesa viuda de Pastrana en 1889. Destacó como pintor decorativo, participando en las ornamentaciones de los arcos efímeros realizados con motivo de la entrada de la reina María Luisa de Orleans, primera esposa de Carlos II, en 1679 y en las escenografías para los teatros del Alcázar y del Buen Retiro. Estos trabajos le valieron el nombramiento de pintor del rey el 22 de enero de 1689. Meses más tarde, comenzó a ejecutar cincuenta y cinco pinturas de flores realizadas sobre los paneles con fondos dorados de las paredes y el techo del llamado «Camón dorado» de Carlos II en el Alcázar de Madrid, de las que tan solo se conserva una pintura en una colección particular.