Escuela sevillana; finales del siglo XVII.
“San Diego de Alcalá”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Medidas: 96,5 x 64,5 cm; 112 x 84 cm (marco).
Escena devocional en la que se representa a San Diego de Alcalá con un ramo de rosas enarbolado en su túnica y un crucifijo en la mano. La escena se representa en un majestuoso exterior donde la arquitectura de carácter clásico se funde con la naturaleza y un gran cortinaje rojo de herencia barroca. San Diego de Alcalá (1400-1463), fraile franciscano español canonizado por el papa Sixto V en 1588, en la única canonización realizada por la Iglesia Católica durante el siglo XVI. Nacido a finales del siglo XIV en el seno de una familia modesta del pequeño pueblo de San Nicolás del Puerto, al norte de Sevilla, desde su más temprana juventud Diego se consagró al Señor como ermitaño. Ya vestido con el hábito franciscano, como hermano lego en la Orden de los Frailes Menores de la Observancia, realizó numerosos viajes, algo raro en su tiempo: vivió en Canarias, Roma, castilla y Andalucía, y durante su peregrinación a Roma visitó diversos puntos de España, Francia e Italia. Finalmente pasará sus últimos años en el convento de Santa María de Jesús de Alcalá de Henares, donde fallecerá en 1463. Fue un santo muy popular, patrono de numerosas localidades, como la ciudad de California que lleva su nombre. De ahí que grandes artistas trataran su figura, como es el caso de Lope de Vega, quien le dedicó un soneto y una comedia. En las artes visuales se le representa como un joven imberbe, a pesar de que alcanzó los sesenta años, con dos atributos iconográficos: unas llaves, por haber sido portero y cocinero del convento, y el más importante, unas flores que recoge en su hábito, con ambas manos. Este elemento alude a uno de los episodios más populares de su vida, en el que se narra que Diego era tan generoso con quienes pedían a la puerta del convento, que sus superiores lo encontraban fastidioso y excesivo. En cierta ocasión vieron cómo el santo llevaba algo en el hábito, y se disponían a reprenderlo cuando milagrosamente los panecillos que Diego llevaba a los pobres se convirtieron en rosas.