JUAN DE ARELLANO (Santorcaz, Madrid, 1614 – Madrid, 1676) y TALLER.
“Virgen de la leche”.
Óleo sobre lienzo.
Adjunta fotocopia de expertizaje realizado por Don Peter Cherry.
Medidas: 157 x 107 cm; 173 x 122 cm (marco).
Recortados sobre un fondo neutro, se sitúan María, vestida con una túnica roja bajo un manto verde ribeteado en dorado, con el Niño en su regazo, al que está dándo de mamar. Completan la decoración unas frutas y unas flores dignas de ser consideradas como un bodegón por derecho propio. Si bien conocemos a Juan de Arellano por sus bodegones de flores sobre todo, pero trabajaría también otros temas (paisajes, retratos, alegorías y obras religiosas). La obra se enmarcaría en la escuela barroca española de hacia segunda mitad del siglo XVII, siguiendo a Juan de Arellano, como se puede apreciar por la ligereza, variedad y sutileza de la presente pintura, o las delicadas telas, y los juegos de luces y sombras. Asimismo, muestra características muy similares a obras del mismo tema atribuidas a Arellano, como las de la capilla de Santa Tecla en la catedral de Burgos o el Museo de Santa Cruz en Toledo, ambas reproducidas en el catálogo de la exposición “Juan de Arellano. 1614-1676” a cargo de A.E. Pérez Sánchez, figs. 17 y 18 (Madrid, 1998).
El tema de la Virgen de la Leche fue muy habitual en el arte bizantino, en cuyos iconos el tema era conocido como Panagia Galaktotrofusa. El tipo de Virgen Nodriza se encuentra ya, sin embargo, en las catacumbas romanas, con claras raíces coptas, y mostraba un hecho probado en los Evangelios y la Liturgia, de ahí su importancia en el Gótico, donde aparece bien con recato bien en clara ostentación, y en posiciones muy variadas, desde sentada hasta recostada. La Contrarreforma, sin embargo, no lo considera lo suficientemente digno y durante el barroco sus representaciones no abundan (salvo la clara y llamativa excepción de Caravaggio, con su “Virgen destetando al Niño”), al menos hasta que el siglo XVIII recupera el tema para el arte por la elegancia que puede tener, la dulzura que desprende (muy del gusto del Rococó) y por ser un claro ejemplo de la relación maternofilial entre Jesús y su Madre.