y volver al lote.
01 Oct 2024 16:57
IGNACIO DE RÍES (Sevilla, ca. 1616 - ?, 1670).
“Santiago el menor”.
Óleo sobre lienzo.
Bibliografía: Delenda, O. "Francisco de Zurbarán. 1598-1664. Los conjuntos y el obrador". Volumen II. Madrid, 2010. IR-6 e IR-7. pág. 291.
-Catálogo exposición Semblantes. Segovia, 2011 págs. 122-125.
Presenta restauraciones sobre la superficie pictórica.
Medidas: 185 x 108 cm; 208 x 128 cm (marco).
El apóstol Santiago el Menor es representado con uno de sus atributos característicos, el bastón. Captado en actitud recogida con las manos en disposición piadosa y su mirada dirigida al cielo. La pintura se inscribe estilísticamente en el barroco andaluz. El artista ha bajado un poco el punto de vista, con una perspectiva que huye de la estricta frontalidad y aporta una mayor magnificencia al protagonista de la escena. Además, este recurso permite al espectador prestar atención al paisaje de fondo donde se desarrolla una escena secundaria que narra el martirio del santo
Ignacio de Ríes fue un pintor español, hijo del pintor flamenco Mateo de Ríes, de quien posiblemente recibe su primera formación artística. Entre 1635 y 1645, aproximadamente, aparece documentado como oficial en el taller de Zurbarán, pudiendo considerársele como uno de sus discípulos más importantes. Su obra se caracteriza por un estilo muy ecléctico fuertemente influenciado por la pintura de Zurbarán, como se puede apreciar en el uso del claroscuro y de una técnica descriptiva que presta gran atención a las calidades de los objetos, entre otros aspectos. Asimismo, para crear sus composiciones recurre con frecuencia a las estampas flamencas de autores como Aegidius Sadeler II o Jeronimus Wierix. Aunque su evolución estilística es muy escasa, se pueden situar en una primera etapa aquellas obras más apegadas al estilo de su maestro –como el San Miguel Arcángel (The Metropolitan Museum of Art, Nueva York)– y en una segunda aquellas en las que emplea una pincelada más suelta y en las que se aprecia la influencia de la pintura de Murillo, como la Asunción de la Virgen, de 1661, para la iglesia de San Bartolomé de Sevilla. En torno a 1653 realiza la obra más importante de su carrera: las pinturas para la capilla de la Inmaculada Concepción de la catedral de Segovia, encargadas por Pedro Fernández Miñano y Contreras para decorar el espacio que habría de servir como capilla funeraria para su familia, lo cual determina que el mensaje predominante del conjunto gire en torno al arrepentimiento y la penitencia. De todas ellas, la más destacada es El árbol de la vida no solo por su factura sino también por su iconografía al representar la advertencia de Cristo de la llegada inminente de la Muerte a un grupo de hombres y mujeres que, situados en la copa del árbol, aparecen cometiendo diferentes pecados capitales. El Museo del Prado conserva de su mano El rey David, una obra de gran calidad que, tanto desde el punto de vista estilístico como iconográfico, se puede relacionar con el ámbito de Zurbarán y su serie sobre los hijos de Jacob (Auckland Castle, Durham).