y volver al lote.
01 Oct 2024 16:29
ANTONIO DEL CASTILLO Y SAAVEDRA (Córdoba, 1616 – 1668).
“Adoración de los reyes”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Conserva marco de época.
Medidas: 142 x 202 cm; 164 x 224 cm (marco).
En el libro de Benito Navarrete y Mindy Nancarrow sobre Antonio del Castillo se recoge una "Adoración de los reyes" perteneciente a la colección de Valderrama, Madrid. Ambas piezas, aunque varían en tamaño siendo la presente obra de mayores dimensiones, poseen la misma composición. Según lo citado en el libro “ La deteriorada Adoración de los Reyes en el santuario de la Fuensanta es una de las dos únicas versiones autógrafas conocidas de una composición que disfrutó de una tremenda popularidad en Córdoba. Castillo con la ayuda de su obrador reprodujo en un lienzo de mayores dimensiones, en colección privada sevillana, cuyo mejor estado de conservación es útil para reconstruir el aspecto original del lienzo menos”. Existe una copia de esta pintura realizada por Acisclo Antonio Palomino, actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.
Antonio del Castillo y Saavedra fue hijo de un pintor extremeño natural de Llerena, Agustín del Castillo, cuya obra es poco conocida, pero al que Palomino califica como «excelente pintor». Quedó huérfano en 1626 y pasó a educarse con otro pintor del que no tenemos noticias, Ignacio Aedo Calderón. En fecha desconocida pudo llegar a Sevilla -de lo que no hay prueba efectiva-, donde Palomino lo hace pupilo de Zurbarán, lo que se ha querido corroborar a la vista de la influencia estilística del maestro extremeño en la obra de Castillo. En 1635 se encuentra en Córdoba, donde se casa e instala definitivamente, convirtiéndose sin discusión en el artista más importante de la ciudad. Allí realiza tanto obra religiosa de altar como retratos y series de mediano tamaño. En su trabajo no se aprecia una evolución, y se mantiene siempre alejado de las novedades barroquizantes de otros pintores contemporáneos. Si en las figuras de santos se mantiene más cercano al estricto naturalismo, en las producciones historiadas suele mostrarse más abierto, sobre todo por el aderezo de arquitecturas y paisajes con los que las ornamenta. Encuadrado ya entre los paisajistas por Lázaro Díaz del Valle, Palomino alababa su capacidad para la captación de la naturaleza, calificándolo como «excelente paisajista, para lo cual se salía -algunos días a pasear, con recado de dibujar, y copiaba algunos sitios del natural». No deja de ser interesante, esta aseveración del tratadista, que muestra a Antonio del Castillo especialmente interesado en la plasmación del natural, tanto en los paisajes como en personajes cotidianos y animales.