y volver al lote.
01 Oct 2024 16:19
Maestro madrileño; c. 1666.
“Los desposorios de Santa Catalina”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta repintes y restauraciones en la superficie pictórica.
Posee restos de firma y fecha en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 109 x 82 cm; 124 x 96 cm (marco).
La escuela madrileña barroca surge en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII, continuándose hasta bien entrado el XVIII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Esto permite y favorece una unidad estilística aunque se aprecien las lógicas divergencias debidas a la personalidad de los integrantes. Esto supone un despertar de la conciencia nacionalista al permitir una liberación de los moldes italianizantes anteriores para saltar de los últimos ecos del manierismo al tenebrismo. Éste será el primer paso de la escuela, la cual en sentido gradual, va caminando sucesivamente hasta la consecución de un lenguaje barroco más autóctono y ligado a las concepciones políticas, religiosas y culturales de la monarquía de los Austrias, para ir a morir con los primeros brotes del rococó que se manifiestan en la producción del último de sus representantes, A. Palomino. Estilísticamente, se parte de un naturalismo con una notable capacidad de síntesis para desembocar oportunamente en la complejidad alegórica y formal características del barroco decorativo. Muestran estos artistas una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, tal y como aquí vemos, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso. Reciben y asimilan las influencias italianas, flamencas y velazqueñas. La clientela determinará el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.
Esta imagen representa los desposorios místicos de Santa Catalina. Su culto tuvo gran difusión por toda Europa a partir del siglo VI, está incluida en el grupo de los santos auxiliadores y es invocada contra la muerte súbita. Catalina nació hacia 290 en el seno de una noble familia de Alejandría. Dotada de una gran inteligencia, pronto destacó por sus extensos estudios, que la situaron al mismo nivel que los más grandes poetas y filósofos de la época. Una noche se le apareció Cristo y decidió, en ese momento, consagrarle su vida y considerarse su prometida, en una suerte de matrimonio místico.