y volver al lote.
25 Sep 2024 17:20
Escuela italiana; siglo XVI.
“San Francisco y santo Domingo de Guzmán”.
Óleo sobre tabla.
Medidas: 45,5 x 34 cm; 47 x 34 cm.
Pareja de tablas en las que se aprecia en ambos casos el busto de un santo. Tanto el formato, como la composición y la técnica de cada una de las obras indican que en origen ambas formaban parte de un ciclo mayor donde seguramente estuviesen representados otros santos. Este tema refleja la armonía existente entre los franciscanos y dominicos, basada en el encuentro de estos dos santos, en el cual Santo Domingo pronunció estas palabras: “Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios”. De hecho, desde hace siglos ha existido la costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los padres dominicos acuden a los conventos franciscanos para celebrar con ellos la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo los padres franciscanos acuden a los conventos dominicos. Según se cuenta; Santo Domingo en Roma pidiendo al Papa aprobase la fundación de su Orden, tuvo un éxtasis: Vio a Cristo suspendido en el aire y en actitud de arrojar sobre el mundo tres lanzas que tenía en su mano debido a la corrupción que reinaba en la tierra. La Virgen María viendo a su hijo en tal estado exclamó: ‘¡Hijo mío!, ¿Qué vas a hacer? Ten compasión de la humanidad. Voy a proporcionarte dos siervos fieles que lucharán para someter al mundo a tu voluntad.’ Cristo contestó a su Madre ‘Quisiera que me presentaras a esos dos hombres.’La Virgen presentó a Domingo de Guzmán y a Francisco de Asís a Cristo: él entonces dijo: ‘En efecto estos son verdaderos siervos míos. Estoy seguro que pondrán gran empeño en hacer lo que has dicho Madre.’
Al día siguiente después de la visión y estando Domingo en la iglesia de Roma, coincidió con Francisco en misa. Los dos se abrazaron y besaron, y Domingo le dijo: ‘Tú eres mi compañero; conmigo recorrerás el mundo. Establezcamos entre nosotros un compromiso de colaboración.
Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La pintura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que se exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática más recurrente.